Jaén primero

Cuentan por ahí que al dictador Francisco Franco le costaba dormir porque Jaén le robaba el sueño. Fue tras su visita a estas tierras allá en 1951 cuando vivió en directo las carencias y el alarmante desempleo que arrasaba nuestra provincia. Desde entonces, y durante décadas, idearon no pocos planes de desarrollo con el fin de sacar a estos aceituneros altivos de su miseria, pero el caso es que nunca se realizaron y, cuando llegó la democracia, seguíamos atrapados en los problemas de siempre. Casi medio siglo después, el paisaje ha cambiado mucho: tenemos universidad, ciudades patrimonio de la humanidad, mejores infraestructuras y un paraíso interior y aceite de oliva reconocidos mundialmente, pero echamos en falta lo que otras ciudades ya tienen. Nos quejamos con razón de las varas de medir que los dineros del estado convienen según convenga y exigimos de justicia ayuda pública en auxilio a nuestras perennes urgencias, pero olvidamos que a Jaén, como a toda empresa en este mundo, se la saca del hoyo desde dentro, arriesgando primero nuestra apatía y apostando aquí todo el caudal de euros que el aceite genera, en vez de invertirlo en el IBEX.