Impuesto a fortunas

    23 ene 2023 / 17:31 H.
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    Las administraciones públicas intervienen en la economía por la vía del gasto, por ejemplo, pagando las pensiones, la sanidad, la educación, la justicia, la policía, la defensa nacional o las infraestructuras, entre otras muchas partidas. Obviamente, para llevar a cabo ese gasto se deben de generar ingresos. En la actualidad los ingresos del sector público español se nutren principalmente de tres partidas: las cotizaciones sociales, los impuestos directos (sobre la renta, el patrimonio y el capital) y los indirectos (sobre la producción y las importaciones); en suma, estamos hablando, además de las cotizaciones a la Seguridad Social, del IVA, IRPF, Impuesto sobre Sociedades, IBI, Impuesto sobre el Patrimonio, Impuestos Especiales (hidrocarburos, tabaco, etcétera), Impuesto de Sucesiones, de Transmisiones Patrimoniales y de algunos otros. Llegados a este punto siempre habrá personas que piensen que se pagan demasiados impuestos, lo que dificulta la inversión, la generación de riqueza y el empleo; mientras que otras aducirán que la debilidad de los servicios públicos (sanidad y educación, por ejemplo) se debe a que el Estado no genera los suficientes ingresos para poder ofrecer unos servicios de calidad. Estas son posturas profundamente ideologizadas y, consecuentemente, irreconciliables.

    En este contexto hoy quiero referirme al nuevo impuesto sobre las grandes fortunas que entró en vigor el pasado 1 de enero. ¿A quién afecta? A las personas que dispongan de un patrimonio neto superior a los 3 millones de euros, teniendo en cuenta que hay un mínimo exento de 700.000 euros, a los que hay que sumar 300.000 euros de la vivienda habitual, estando exentos también algunos bienes y derechos, como los planes de pensiones o, cumpliendo determinados requisitos, las empresas familiares. Los tipos impositivos que se aplicarán serán del 1,7 por 100 a los que tengan entre 3 y 5 millones de euros; del 2,1 hasta 10 millones y del 3,5 a los que sobrepasen ese límite. Muy pocos de ustedes, si es que los hay, queridos lectores, tendrán que hacer frente al pago de este nuevo impuesto. Ya nos gustaría, ¿verdad? Aunque si alcanzamos tal nivel de patrimonio a lo mejor tampoco querríamos pagarlo.

    A propósito de este nuevo impuesto español a las grandes fortunas, es oportuno traer a colación la noticia que desde Estados Unidos saltó al mundo a mediados de 2019, según la cual un grupo de multimillonarios estadounidenses defendían la implantación de un impuesto para las grandes fortunas. En concreto, solicitaban que se les impusiera un impuesto moderado sobre sus fortunas al 1 por 100 más rico del país. Entre los firmantes figuraban el financiero George Soros, Chris Hugues -cofundador de Facebook-, herederos de dinastías como la cineasta Abigail Disney o Liesel Pritzker Simmons. En total fueron 19 firmantes (18 identificados y uno anónimo). En su misiva declaraban que hacer tributar a los megarricos fortalecería la libertad y la democracia en USA y, además, era “patriótico”, llegando a afirmar que: “El próximo dólar de los nuevos ingresos fiscales debería venir de los más afortunados financieramente, no de los que tienen ingresos de clase media o baja”. George Soros sostuvo que le avergonzaba que su asistente tuviera una presión fiscal mayor que la suya (con todas las “triquiñuelas” que suelen utilizar los ricos para evadir impuestos). La propuesta se concretaba en la creación de un impuesto para hogares con ingresos superiores a los 50 millones de dólares, en los que se incluirían acciones, bonos, yates, coches, aviones, piezas de arte, inmuebles, etcétera. La estimación era que esta medida afectaría a unas 75.000 familias y supondría subir la recaudación fiscal en 275.000 millones de dólares anuales.

    En España, claro está, los objetivos son más modestos, ya que la pretensión es recaudar 1.500 millones de euros anuales, inicialmente durante 2 años, aunque sin descartar incorporarlo permanentemente al sistema fiscal. No obstante, no estoy muy seguro de que nuestras grandes fortunas estén por la labor de contribuir con el espíritu “patriótico” norteamericano.

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