Horror vacui

08 may 2018 / 08:26 H.

En el campo fértil del arte, existe una locución latina que significa horror al vacío. Durante la clase, el profesor Galera, habló entre otras cosas de esa actitud hispana atávica basada en la apariencia, y la comparaba con ese arte perverso y táctil que fue el arte Barroco, el mismo que entró a raudales hasta el mismo centro de percepción de los sentidos latinos, en contraposición, afirmó, al arte protestante que llegó a ser más intelectual. El barroco fue un “Ars” óptico y racional que nada tuvo que ver con su precursor: el Renacimiento, cargado desde sus orígenes de un humanismo antropocéntrico que se mezcló con el anhelo del hombre barroco por descifrar conceptos como el infinito. Su principal característica estética la conformaban formas abigarradas enriquecidas, en concreto los retablos, por el pan de oro de dieciocho quilates.

Fue este arte el que ideó la pátina verdosa, que impregnada sobre la madera, imitaba a otro material más costoso y duradero como el mármol. Concibió las torres alabeadas —formas curvas—; la bóveda plana de determinadas criptas y unas formas arquitectónicas redondeadas y ascendentes. Añadió el profesor Galera a lo anterior, que no por casualidad se estaba ante el evocador arte del embelesamiento, inspirado en la imagen y en una naturaleza libre y voluble; en los detalles al gusto de los tiempos; en los camarines que fomentan el deseo de abrazar la talla del santo o la virgen; en la propagación de capillas, muchas de ellas, hoy día, desacralizadas. Pero el profesor dibujó una sonrisa en su cara, cuando estaba a punto de explicar lo que era una estípite —columna invertida— y el sistema de órdenes oculto que representaba un barroco castizo denominado arte churrigueresco, capaz de llenar por sí solo todos los espacios con elementos decorativos.

Tanto diseño ornamental, terminó por generar una tendencia exacerbada de corte literalmente barroca. Recordemos que el Barroco había surgido como una reacción a las estrictas normas clásicas renacentistas y al estilo manierista, época en la que se pintaba “a la manera de”.

El horror vacui, de esta época, no tendría que rellenarse jamás con acciones o pensamientos descoloridos ya por el uso, y bajo ningún pretexto, el artista debería realizar una obra suya sin su sello personal. El síndrome del miedo al vacío, originó que los artistas recargaran los espacios de elementos decorativos que no eran sino un relleno compuesto de formas efectistas y caprichosas encargadas de enfrentarse a una realidad que revelaba la penuria de un arte promulgado por artistas y mecenas que no respetaban las reglas de la improvisación, al confundir: autor y mecenas, la creación artística con un falso mecenazgo que solo favorecía una imagen deformada de los ideales culturales de la época. Hoy día, el vacío causado por la ausencia de una ley de mecenazgo, favorece un razonamiento pretencioso separado del principio didáctico y seductor de una cultura que tiene que llegar y entusiasmar al público en general. Es un error utilizar la cultura como un instrumento de propaganda interesado, no tendría que estar al servicio exclusivo de instancias del poder económico, político o religioso, si pretende, a través del arte, mejorar su imagen y reafirmar el control absoluto ejercido sobre algo que le correspondería regular al Estatuto del Creador.