Hipocondría veraniega

    13 jul 2019 / 11:08 H.

    Cuando miró la escaleta de pacientes que tenía para esa mañana, se quedó helada. Después de tantos años de médica de familia, no se imaginaba que ese día le iba a tocar el paciente más brasa que jamás hubiera imaginado. Desde que le cayó en suertes —ya venía rebotado de varios centros de salud— la paciencia de la doctora con el “menda” se había disparado y no lo podía evitar. Dos años atrás empezó a tomar Tranquimacín muy a su pesar, pero estaba en juego su salud mental. Cuando se cercioró que era el siguiente, salió de la consulta con el pretexto de ir al baño, pero realmente fue a por una tila doble. Con el último trago se recompuso, se miró al espejo y se dijo: “vamos a echarle huevos al gato”. Al volver, ya tenía a Bartolo a pie de puerta y renegando hasta del sursum corda; lo llamó y en un pispás lo tenía frente a ella con un rosario de dolencias que de ser ciertas habría palmado una década antes. “Vaya, vaya, Bartolo, tiene usted hasta de lo que no hay, es un fenómeno de la naturaleza”. “Y hasta me he quedado corto, doctora, que tiene hoy mucha cola, pero lo que más me duele es España.” ¡Que pase el siguiente!