Hacer las cosas con cordura

17 may 2024 / 09:14 H.
Ver comentarios

Las urnas han despachado al procés. Hace menos de un año, una encuesta según un estudio sociológico encargado desde la Generalitat —por lo que no dirán que los resultados son tendenciosos—, reveló que los intereses de las generaciones más jóvenes catalanas, entre 16 y 42 años, habían oscilado hacia otros territorios y preocupaciones, bastante lejos del independentismo, y que se encontraban muy a gusto con el modelo autonómico. A la caída de Aragonès y de Ponsatí, cada uno por razones distintas, pero relacionados con lo mismo, habría que entender qué significó aquella revuelta que se puso en boga a partir de 2014 y que solo quiso encubrir toda la corrupción que desde los años 90 había lastrado a los gobiernos del otrora venerable Jordi Pujol y Cía. Desde el 3 % hasta la Biblia en pasta. Eso lo sabe hasta el Niño de la Bola. Cómo fue capaz el catalanismo de derechas —siguiendo el modelo de Cambó— de reunirse con el ahora emérito día sí y día también, interviniendo en las decisiones del Estado continuamente, para alejarse de posturas promonárquicas y declararse abiertamente independentista. Ese cambio no fue casual. O sea, cómo esa misma derecha, esta vez coaligada de manera antinatura con ERC, y según un sedimento que se fue depositando durante décadas, ilusionó a la población catalana —digamos así en general—, engañándola, con el delirio del “derecho a decidir”, como si eso fuera un me quito o me pongo de España según me convenga. O se me antoje. Esa falacia jugó arteramente con los sentimientos de la gente, convirtiéndose en una consigna que se había fraguado desde arriba, desde las instancias del poder, para echar tierra sobre tanto robo y malversación, como se ha comprobado, que hasta en el Barça se han visto salpicados de escándalos y latrocinio a diestra y siniestra, nunca mejor dicho, por lo de las derechas y las izquierdas políticas. En cualquier caso, estamos ante el peor resultado en índice de voto desde 1980 para el independentismo, que se sitúa por debajo del 40 %. Y a buen seguro que seguirá la tendencia cayendo más, porque para esas generaciones de jóvenes consultadas es mucho más importante regular el precio de los alquileres, la libertad del aborto de menores embarazadas y el derecho a cambiar de sexo de las personas transexuales sin informe psicológico, o el cambio climático, que separarse del resto de España. Una España que, al fin y al cabo, le ha dado todo a esta Cataluña moderna, y me refiero a mano de obra barata que ha significado prosperidad, beneficiando generosamente a esos burgueses que no poseen ideología ninguna, excepto la del dinero, como se ha notado en estos últimos lustros, aunque eso también podría argumentarse que es una ideología. De acuerdo. Lo peor, sin duda, ha sido cómo han manipulado a la gente, defraudándola y tomándole el pelo, cómo han tratado a los catalanes como tontos, instrumentalizándolos, repitiéndoles eso del “derecho a decidir”, cuando en realidad los utilizaban para tapar tanta basura y estafa, en nombre de no sé qué ideas y en virtud de no sé qué historia catalana, falsificada hasta la saciedad en los libros de texto durante décadas. La misión de Salvador Illa ahora es poner un poco de mesura a una sociedad harta de mentiras y quimeras. Una opción de izquierdas para Cataluña es el único modo de comenzar a hacer las cosas de nuevo con cordura.




Articulistas
set (1 = 1)