Grandes decepciones

30 jun 2022 / 17:07 H.
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Es difícil aceptar que salgan unos resultados electorales que a uno no le gustan, pero la realidad es la que es. No deja dudas. La gente no es tonta, por mucho que nos repugne su decisión. Ahí cabría una diferencia práctica entre esperanzas y expectativas, que al traducirlo del inglés, Great Expectations, la famosa novela de Charles Dickens, dio Grandes esperanzas y no “Grandes expectativas”, quizá más propio. Por lo que habría que apostillar que a grandes expectativas, grandes decepciones, y es que no podemos estar de lado del pueblo en plan paternalista y luego criticarlo, o perdonarlo, porque no sabe lo que hace. Por una parte, y creo que es muy destacable, la gente ha depositado un voto útil en contra de Vox, o sea, a favor del PP, lo cual indica que no había otra opción mejor a la que echar mano, es decir, el PSOE andaluz se encuentra desarbolado y no ha tenido tiempo de rearmarse después de tantos años en el mando. En concreto, ha estado tres años de la legislatura meditando lo que iba a suceder, y Moreno Bonilla, el bueno de Juanma, campechano como él solo, adelantó las elecciones al saber con certeza que iba a absorber a Ciudadanos. Así ha sido. Hubo un tiempo en España, cuando se comenzó a hablar del voto útil, en que siempre iba a parar al PSOE, allá a finales de los 80, porque no se quería a Alianza Popular ni en pintura. Tenía sus votos, claro, como ahora Vox, pero no habría llegado al poder si no se hubiera moderado... Por eso ahora triunfa el bueno de Bonilla, tu coleguilla, nuestro amigo, con sus visos moderados, sus resabios rocieros y su chaleco acolchado... el mismo chaleco de Bertín Osborne, para más señas. Por otra parte, hay más lecturas, y tras la euforia del PP, más de un 40 % de abstención no muestra nada positivo. La derecha siempre se aprovecha de la apatía, y de hecho esa es su consigna, la de que todos los partidos son iguales, porque a río revuelto, ganancia de pescadores, y porque la desgana de la ciudadanía deja las manos libres a esos políticos “gestores”, para que todo sea convenientemente fagocitado por multinacionales y emporios, que harán de las suyas. Ya les conocemos. Que nadie se sorprenda cuando comiencen a privatizar la sanidad, que ahí hay negocio. El desprestigio de los espacios públicos y, en general, de la asistencia social, se dirige en esa línea. Claro, la gente que se ha volcado mayoritariamente con el PP, ¿posee empresas y negocios?, ¿está satisfecha con la precarización de la sanidad?, ¿con los contratos basura? Más bien a mí me da por pensar en lo que significa cancelar el ámbito de lo público en beneficio de lo privado. Si paseamos por las plazas, sin embargo, vemos quiénes las ocupan, quiénes conviven en los espacios públicos, y por qué a esos intereses económicos que apoyan a las derechas, les da igual lo público, la sanidad, la educación o las pensiones, porque ellos ya poseen sus complejos residenciales y sus lugares de acceso privado, siempre lo han tenido y, al parecer, siempre lo tendrán. Los pobres forman parte del sistema; para que haya ricos tiene que haber pobres; o los ricos limpian su conciencia con la caridad y la limosna, etcétera. Pues eso. Dice el refrán que el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija y, como dice mi vecino, ¿me voy a juntar yo con los que no tienen nada, con esos que no tienen ni dónde caerse muertos?

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