Gran Maruja Torres

    29 sep 2024 / 09:19 H.
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    Decían durante la Transición que la mejor literatura se hacía en los periódicos. Dos jóvenes mujeres, pioneras, destacaban cuando entonces: Rosa Montero y Maruja Torres. Rosa Montero frecuentaba el pub “El Avión”, en el barrio madrileño de Salamanca, donde los clientes acompañaban con pipas el “gin tonic” mientras el pianista tocaba “Doctor Zhivago” y la noche sabía a esperanza porque Rilke transmitía desde sus poemas que era posible cambiar la vida. Maruja Torres, mientras, iba de cine en cine en Barcelona y escribía críticas llenas de audacia juvenil sobre las películas en la revista “Fotogramas”, y entrevistas con gente famosa en ‘Garbo’, un semanario del corazón poco dado al cotilleo mal contado, que desapareció a finales de los 80. Maruja Torres marchó después a Madrid, luego a Líbano, y escribió prodigiosas crónicas sobre la guerra en la soledad de los lugares próximos a los campos de batalla con la única compañía de una petaca de whisky guardada en el bolso. En “Mujeres en guerra”, sensacional libro de memorias periodísticas, publicado hace 20 años, narraba: “No fue uno de los peores atentados con coche bomba aquella vez. Solo tres o cuatro muertos, una familia que acababa de aparcar su automóvil cerca de una carga mortal. ¿Cómo lo conté en el periódico? ¿Dos líneas en una crónica más preocupada por las últimas declaraciones de cualquiera de los líderes? Había una naranja a medio pelar entre los humeantes hierros y los restos humanos. Una naranja a medio pelar cerca de un zapatito infantil ensangrentado. ¿Lo conté en la crónica?”.

    Seguro que lo contó, porque Maruja era capaz de fijarse en aquella naranja en medio de la barbarie. Ella ha sabido compaginar como nadie el periodismo frívolo, por un lado y, por otro, el periodismo de guerra o el político, siempre desde una prosa brillante, atrevida y transparente. Igual sucede en sus libros. “Oh es él”, el primero, de principios de los 80, consistía en una desopilante historia próxima a la sátira moderna que se leía al borde de la carcajada sobre Julio Iglesias, el cantante del momento que se debatía entre si era un truhán o un señor. Y, “Mientras vivimos”, novela premiada con el Planeta, mereció que Francisco Umbral afirmara: “Es una de las mejores novelas de la historia del Planeta, sino la mejor”. Maruja Torres ha escrito en “El País”, en “Diario 16” y en el semanario “Cambio 16”. Ha sido, insistimos, Maruja, la frívola, y Torres, la escritora y periodista capaz de leer la profundidad del ser humano. La amiga de Terenci Moix, su compañero de travesías por los cines. Maruja, a sus 80 años, atravesada ya por la herida del tiempo de la que escribió Priestley, publica estos días “Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo” (Temas de Hoy, 2024), lo que ella denomina, muy en plan Maruja Torres, “unas memorias de vejez”. Y en el libro sostiene, claro, que “envejecer es muy jodido”. Porque Maruja, que a veces escribe a navajazos con sedación poética, es una mujer cristalina. Soledad Gallego Díaz, entonces directora de “El País”, le encargó en 2020 una columna diaria durante los días más duros y trágicos de la pandemia y desde su confinamiento era Maruja Torres capaz de vislumbrar el ángulo luminoso en medio del pánico general. Con esos artículos ganó el Mariano de Cavia. Maruja, la Torres, confiesa en este nuevo libro que nunca ha tenido “suerte con los hombres”, pero que sí ha tenido “suerte con el periodismo”. Y añade: “El periodismo, el amor de mi vida”. El amor de nuestras vidas.



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