Goles son amores

E s obvio que el Real Jaén va tomando forma como equipo. Los resultados lo dicen sin necesidad de más explicaciones. Ha costado tiempo, sumar efectivos humanos, reciclar y trabajar mucho para que el plantel asuma el papel que la afición le pide. Para mí, que soy tal vez muy exigente porque me gustan las cosas bien hechas, aún haría falta una aportación más al equipo. Un jugador con velocidad que desborde, que supere el uno contra uno, que busque la meta con decisión y, ya siendo aún más exigente, que fuese bien en el juego aéreo. Ya sé que un jugador así no es fácil de encontrar para jugar en Tercera División, a un precio asequible a las posibilidades del club, pero que no quede nunca por pedir. Faltaba el gol y, aunque con cuentagotas, el gol está llegando. El gol es la salsa del fútbol y cuando no hay gol el “guiso” no sabe a nada. Aún así, ya hace muchos años que los técnicos —algunos de gran categoría— se empeñaron en ir pensando en sistemas para eliminar el gol y, poco a poco, le fueron quitando magia al balompié. Nada hay más ilusionante para un aficionado que quedarse afónico gritando los goles que marca su equipo. En estos tiempos apenas hay peligro de coger una ronquera. Los goles abundan poco y los grandes goleadores también. Aún quedan viejos aficionados que recuerdan a Ángel María Arregui, el jugador más simbólico, querido y recordado de la afición jiennense. En la temporada 1952-53, Arregui marcó 31 goles, militando en Segunda División. Y eso que entonces se jugaban menos encuentros oficiales que ahora porque el grupo estaba integrado sólo por 16 equipos. Y años después, en la temporada 1966-67, Antonio Conesa hizo 29 dianas.
Yo coreé bastantes de aquellos goles de Arregui y casi todos los de Conesa. El Real Jaén tuvo muchos excelentes goleadores a lo largo de su historia, pero ninguno tan acertado en el remate como estos dos grandes jugadores. Hay que recordar a Celestino, Acero, Aramburu, Haro y, el más cercano, Antonio Rueda, sin olvidar a Uceda, Cabrera, Méndez, Bomba, Peiró Ginesín, Hopa, Flores, Montoya y, uno de los más lejanos, Unamuno. Ya sé que un delantero como el que yo imagino no es fácil de alcanzar. Hay pocos y cuestan mucho. Pero como estamos en el mes de los sueños, de la magia y de las ilusiones, ¿quién sabe si Rubén Andrés pudiera encontrar ese mirlo blanco? Lo importante es buscarlo.