Fracasar mejor

    05 jun 2025 / 08:46 H.
    Ver comentarios

    Hay quienes viven el fracaso como un final, y quienes lo entienden como comienzo. “He fracasado una y otra vez en mi vida. Y por eso he tenido éxito”, decía Michael Jordan. Qué extraña paradoja: que sea precisamente la derrota quien nos empuja a la victoria. Pero quizá lo realmente extraño es que aún hoy tengamos tanto miedo a equivocarnos, cuando es ahí —en la grieta— es donde florece lo humano, lo fuerte, lo que perdura, lo resiliente. No se trata de romantizar el error, sino de comprender su papel esencial en cualquier proceso de evolución. Los fracasos conservan algunos de los instantes más puros de nuestra vida. Fracasar bien no es hundirse, es saber caer y, sobre todo, saber levantarse, no rompernos por dentro cada vez que algo se quiebra por fuera. La vida —como bien aprendemos en las etapas duras que nos planta en el recorrido— no nos mide por los aciertos que coleccionamos, sino por cómo respondemos a lo que no sale como esperábamos. Aquella pérdida fue también una ganancia: nos obliga a reinventarnos, a aprender nuevas habilidades, a reconstruirnos desde otro lugar. El fracaso, si se entiende con humildad y desde la honestidad, no es un muro, sino un espejo, una brújula inesperada.

    Aprender a fracasar es una habilidad, un arte. Y como toda habilidad, se entrena, como todo arte, requiere práctica. También implica construir resiliencia emocional, esa capacidad de aguantar el golpe sin rompernos por dentro. ¿Cómo se entrena? Con autoconocimiento, rodeándonos de personas que nos impulsen y no que nos hundan, cultivando una mentalidad abierta que convierta cada revés en pregunta: ¿Qué puedo aprender de esto? Porque cada error bien asumido encierra una lección. Y cada caída, si se vive conscientemente, si se analiza con honestidad y sin victimismo, nos prepara para futuros saltos. Hay quien teme tanto equivocarse que nunca se lanza. Y hay quien, sabiendo que puede tropezar, se lanza de todos modos, porque entiende que el movimiento es vida. Fracasar bien es aceptar que no hay éxito sin riesgo, y que cada tropiezo puede ser una escuela si sabemos escuchar. Así que, la próxima vez que las cosas no salgan como planeabas, no te preguntes: “¿por qué a mí?”. Sino: “¿qué puedo construir a partir de esto?”. En ese giro interior comienza tu verdadera fortaleza. Porque quien aprende a fracasar, empieza, sin saberlo, a triunfar.

    Articulistas
    set (0 = 0)