Feria sin agresiones

    07 oct 2019 / 09:03 H.

    Ahora que se acerca nuestra feria de San Lucas quizás sea el mejor momento para hablar de esto, pero jamás sin olvidar que es un feo y escabroso asunto que está en nuestro día a día y que ahora, por razones que podemos poner sobre la mesa, se ha puesto, sin querer frivolizar, de moda el hacerlo “en manada”. La ciudadanía de Jaén queremos una feria festiva, divertida, llena de actividades y en las que todas y todos nos sintamos libres y respetadas y respetados. Estar de feria no lleva aparejado joderle la feria a nadie.

    Salir y echarse unas copas en un sitio fuera del habitual está bien. Son muchas las personas que vienen esos días, muchas las pandillas que se reúnen para la ocasión, muchas las familias que bajan hasta el ferial y muchas las mujeres que, por desgracia y patriarcado, nos encontramos en el foco de la humillación, la agresión, la violación... Estar en un ambiente festivo no conlleva el tener la potestad de forzar a nadie a hacer nada, de obligar a bajarnos el pantalón o subirnos la falda, de vernos como objetos sexuales al alcance de cualquiera. En los últimos años vivimos un auge de las violaciones, que yo sinceramente no creo que haya más violaciones sino que lo que existe son mujeres valientes que se atreven a denunciarlo. Estamos viviendo un aumento de las violaciones que se producen en grupo. Nos preguntamos constantemente qué está ocurriendo para que varios pseudohombres decidan violar uno detrás de otro a una mujer.

    Es alarmante que en ocasiones estos pseudohombres ni tan siquiera alcancen la mayoría de edad. ¿Dónde les han contado que esto es el placer máximo? ¿Nadie jamás les ha enseñado a respetar a una mujer? Podríamos hablar claramente del daño que el fácil acceso a la pornografía está haciendo entre nuestros jóvenes. El cine porno ha involucionado hasta llegar a un punto donde son muchas las producciones donde son numerosos los hombres que se lo hacen con una sola mujer, humillándola a extremos alarmantes. Quizás antes en el porno las mujeres sonreían, no puedo asegurarlo, pero desde luego ahora son caras de sufrimiento y sumisión total ante tres, cuatro, cinco, seis hombres que la utilizan como si no tuviera alma, sentimientos o simplemente no tuviera derecho a disfrutar de su sexualidad. ¿Acaso no es este uno de los motivos para que nuestra sociedad más joven y masculina esté normalizando estas formas de entender la sexualidad? ¿No resulta preocupante que los menores consuman pornografía a edades más tempranas? ¿No es vomitivo que la industria del porno no vea nada de malo en seguir humillando sexualmente a las mujeres a niveles extremos para colmar las fantasías de sus espectadores? Y esto sin mencionar la levedad de las penas judiciales que recae sobre los agresores.

    Cualquier agresión sexual merece la condena firme de la sociedad a los agresores. Pero, además, cualquier agresión sexual que se produce debe sacarnos los colores como sociedad, porque miramos para otro lado, hacemos justificaciones absurdas relacionadas con nacionalidades o consumo de alcohol, miramos a las víctimas y las juzgamos por cómo visten, cómo se mueve, cómo respiran... La sociedad no deber permitir que ninguna agresión se quede sin condena. No vale eso de “podría pasarle a tu hermana o a tu hija”, no hay que empatizar por ahí. Hay que hacerlo como personas. Nada más. Si las mujeres debemos y deseamos ir por las calles cuando y como queramos, creo que sobra decir que también queremos estar en la feria cuando y como queramos. Es más de lo mismo extendido a otro ambiente.

    La noche o la aglomeración no pueden meternos el miedo en el cuerpo. Y como sociedad, como seres humanos, estamos obligados y obligadas a ayudar a quien se encuentra en peligro. Acerca tu alma a aquellas personas que están en riesgo. Si ves o sospechas una agresión ayuda a frenarla o llama a quien debas hacerlo; extiende tu mano a esa mujer que se siente incómoda, no tiene por qué haber una violación consumada para que ella esté en riesgo. Como mujeres, sororidad; como hombres, empatía con la víctima. Es sencillo, se trata de un comportamiento cívico y nada más.