Estás en Nicaragua

26 abr 2018 / 09:17 H.

Sergio Ramírez, galardonado con el Premio Cervantes, empezó su discurso de recepción acordándose de las víctimas, manifestantes muertos, periodistas, estudiantes y represaliados esta última semana en ese pequeño país centroamericano. Allí existe una dictadura encubierta, una especie de chanchullo que ha mantenido a la Iglesia, al FSLN y a la empresa privada unidos en los últimos lustros.

Daniel Ortega y Rosario Murillo –alias la Chayo– remataron los sueños de una revolución que desde los setenta dio esperanza al mundo, David contra el Goliat yanqui. Entre pobreza y marginación, Nicaragua se debate en sus contradicciones no de muy distinta manera que otros países del entorno, con la salvedad de Costa Rica, que ha florecido gracias al apoyo gringo. Miles de nicas emigran al país de Keylor Navas en busca de dignidad. Y lo que sucede no es sino eso, una proclama de dignidad de un pueblo que lleva décadas –casi siglos– hundido en la indigencia, mirando de reojo por la tele las comodidades del capitalismo avanzado. El sandinismo fue un espejismo, otro más, en el abismo de la izquierda universal. La Contrarrevolución hizo lo suyo, por supuesto, pero la Revolución se ha enfangado hasta el corvejón, y si ha sobrevivido hasta ahora alguno de sus efluvios, ha sido de chiripa. En Nicaragua reina el neoliberalismo más salvaje mezclado con medidas populistas que llevan un saco de frijoles y unas láminas de zinc a los más pobres, realizando inversiones relativamente interesantes, pero ecológicamente desastrosas, como el canal transoceánico. El escaso progreso se ha entendido como consumismo y telebasura, con sueldos miserables tercermundistas.

Ortega y Murillo se coaligaron con la Iglesia Católica para gobernar de nuevo, tras el paréntesis liberal, sabiendo que sin ese estamento no volverían a ganar las urnas. A partir del asalto al poder, todo se convirtió en su perpetuación –con la ley para la reelección– a través del control de los medios de comunicación, muertes dispersas de las voces disidentes, como la de Carlos Guadamuz, con lo que se fue acabando poco a poco incluso la oposición. A día de hoy no hay oposición, y esa es sin duda la peor noticia. Y la mala prensa de los partidos liberales no es para menos. Arnoldo Alemán, por ejemplo, construyó para él solo una autopista que le llevara plácidamente a sus haciendas y propiedades, mientras el país apenas posee infraestructuras. Con estos mimbres no se sabe qué es peor, si estar en la sartén, o caer en el fuego. Ser de izquierdas, en cualquier caso, es algo bien difícil en estos tiempos de liberalismo salvaje. El mítico FSLN ha creado una red clientelar y una estructura endogámica, fosilizándose en los cargos. De Sandino solo queda una sombra. Por eso la gente ha salido a la calle protestando, pidiendo cambios urgentes y profundos, pero estos no llegarán fácilmente. Soy poco optimista y desconfío de los procesos populistas, que con razón o no te ponen entre la espada y la pared.

Estás en Nicaragua, me repito. Y sí, de entre los muchos libros que he devorado de Sergio Ramírez, quien fue vicepresidente del Gobierno con Daniel Ortega de 1985 a 1990, alejándose posteriormente del sandinismo. Estás en Nicaragua es uno de mis preferidos. El propio autor lo tiene gratis para la descarga en su página web. Lean a Sergio Ramírez, maestro de maestros. Qué mejor homenaje.