Estamos quemados

España se quema por dentro. España pierde su acento con cada tronco calcinado, con cada recuerdo borrado. El humo ciega a los tuertos, que ni cuidan a los vivos, ni respetan a los muertos, ni dan cobijo a los heridos. Ni plan nacional, ni organigrama autonómico. Nos perdemos en lo burocrático: no logran el bien y todo acaba mal. El ministro de los trenes, que se burla permanentemente, usa sarcasmo e ironía con la gente, pero pocos, muy pocos, planes. El héroe del tractor, que no necesita a Aitor. El pueblo salva al pueblo, que no es nada nuevo. Por favor, gestores de los dineros, poneros de acuerdo de una vez. Ya nos fallasteis con la pandemia, después con el volcán y la Filomena, con el apagón y la dana, y después el incendio y su hermana. Y la conclusión que saca el español es que: menos gestión política y más solución, con todo lo que ello implica. Que pagamos impuestos, y estamos hasta dispuestos, pero úsenlo, mis gestores, con cariño y mil amores. Y en vez de meros políticos, sean más o menos patrióticos. Deben ser resolutivos y, como los bomberos, efectivos.