Eran las dos

    18 sep 2021 / 12:30 H.
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    Smiley vio cómo se movían las luces amarillas de un coche negro como todos los coches en la noche. Buscaban cobijo tras una esquina y se apagaban. Esperó a que alguien bajara pero todas las sombras quedaron inmóviles. Como de costumbre, había tomado todas las precauciones para un traslado que había repetido cientos de veces. Aquel barrio del Este no guardaba ningún secreto para él. O eso creía él, porque el coche negro estaba ahí. “...nací en Palestina...”, sonó por enésima vez y, viéndose observado, quiso saber quién le observaba. Bajó el volumen y observó a su acompañante. Dormía plácidamente. Seguro de que ella se sentía segura, bajó del coche, lo cerró con llave, y encaminó sus enchupitados pasos hacia el coche negro hasta que tres metros antes se encendieron todas las luces, y el negro coche salió huyendo. Volvió a parar cincuenta sombras adelante y Smiley abrió los brazos haciéndose dueño de toda la calle persiguiendo las luces rojas del negro coche. Volvió a huir y volvió a su coche a oír “...nací en Palestina...” veinte veces más hasta que estuvo seguro de que el negro coche no volvería y ella dormiría segura. Aquella noche Smiley no durmió y desde entonces, todas las noches son negras y todos los coches acechan con las luces apagadas. Le tranquiliza pensar que ella duerme segura. Pero no está seguro.

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