Engaños y amenazas
Nada democrático se puede construir sobre las bases del engaño y la amenaza. Quien promete luchar contra la corrupción, pero la fomenta y protege, calificando de bulo todo lo que no le interesa, está condenado al fracaso. Cuando los hechos no se corresponden con los relatos, estamos ya inmersos de lleno en el engaño. ¿No se dijo muy solemnemente y se publicitó a los cuatro vientos que los pensionistas iban a ver actualizada su pensión anualmente conforme al IPC? Si eso no se cumple, se engaña al pueblo. Y debe denunciarse. No, no es ético esconder ese compromiso, justo cuando toca, ligándolo a medidas opacas como leyes antidesahucios o regalo de un palacete a un partido independentista, para que instale en París su propio chiringuito. Si algo sobra hoy en España son chiringuitos, administraciones inanes y mandamases a dedo, que tienen sometidas a las clases trabajadoras. Al ciudadano de a pie ya no le valen los discursos de confrontación entre izquierdas y derechas. Eso de calcular estrategias para eternizarse en el poder está ya muy estudiado. La democracia es alternancia pacífica de sillones, incluso en el seno de los partidos. Y todo lo que sean argucias para afrentar, amenazar y culpabilizar al discrepante es muy antidemocrático.