Endeudamiento público

21 nov 2025 / 08:25 H.
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Qué les parece la siguiente frase?: “El Estado debe comportarse como una familia cualquiera y no gastar más de lo que ingresa”. Es probable que, de entrada, sean muchos los que compartan esta idea. Así pensaba la canciller de Alemania entre 2005 y 2021, Ángela Merkel, que sentenció: “Nadie, y menos el Estado, puede gastar más de lo que ingresa”. Yo, sin embargo, creo necesario diferenciar este principio de economía doméstica, ámbito para el cual lo considero totalmente acertado, del que debe regir en la esfera del sector público.

Lo primero que hay que considerar es que el Estado se puede endeudar —emitiendo deuda pública— para financiar inversiones o simplemente para atender al gasto corriente. La diferencia es sustancial, ya que en el primer caso la inversión genera un producto con el que se podrá atender a la amortización del endeudamiento, pero si se financia gasto corriente los problemas terminarán llegando cuando no haya ingresos para hacer frente a los pagos derivados de la deuda contraída. Todavía les diré más. Si el Estado afronta una inversión —un nuevo aeropuerto, un hospital, una línea de AVE, una universidad o un instituto, entre otros muchos ejemplos— su disfrute no solo corresponderá a la generación actual, ya que también harán uso de estas infraestructuras las venideras; en consecuencia, es justo que el Estado se endeude y reparta su financiación entre las distintas generaciones que utilizarán las mismas y no cargar todo el peso a la actual. Asimismo, no tiene sentido que el Estado traslade al futuro el pago de los servicios que no van a disfrutar las venideras, por lo cual el sector público no debería endeudarse para financiar el gasto corriente que solo favorece a la población que vive en este momento. En suma, las familias sí que deben ajustar sus gastos —entre los que se debe considerar la cuota de la hipoteca, en su caso— a los ingresos que perciben. Sin embargo, en el Estado está justificado el endeudamiento cuando se trata de afrontar inversiones cuya vida útil sea de larga duración y, consecuentemente, disfrutada por distintas generaciones.

Alguien podrá pensar que no es tanta la diferencia entre las familias y el Estado, puesto que cuando aquellas adquieren una vivienda y la financian con un crédito hipotecario están realizando una inversión, igual que cuando se construye un puerto, un hospital o una escuela. No obstante, también aquí hay una diferencia fundamental, puesto que mientras las familias tienen un plazo limitado para pagar sus deudas, el Estado tiene plazos ilimitados, ya que puede desde emitir deuda perpetua —que paga intereses a sus suscriptores sin tener que amortizarla nunca—, o bien enlazar nuevas emisiones de deuda —letras del Tesoro, bonos y obligaciones— para afrontar los vencimientos que se vayan produciendo.

El nivel de endeudamiento público actual es muy elevado, lo que se debe más que a la realización de inversiones productivas, a la necesidad de afrontar gastos derivados de las sucesivas crisis que se vienen sucediendo en este siglo: Gran Recesión de 2008, pandemia de la Covid-19, la invasión rusa de Ucrania con sus efectos inflacionistas, etcétera. En el último año la deuda pública viva ascendía hasta el 106,7% del PIB, de media, en los países de la OCDE, siendo los casos más extremos los de Japón (240,5), Grecia (154,2), Italia (134,9), USA (122,3), Francia (113,2) o Canadá (111,3). En España el nivel de nuestro endeudamiento asciende al 101,6% del PIB, según la misma fuente estadística.

¿Se acuerdan de la “prima de riesgo”, tan de moda hace unos años? Es decir, “el sobreprecio que debe pagar el Estado cuando acude a los mercados a financiarse en comparación con Alemania”. Pues bien, en julio de 2012 se llegaron a alcanzar en España los 600 puntos básicos —un 6% de sobreprecio—, mientras que a mediados de noviembre de 2025 bajaba de los 50 puntos —un 0,5% de diferencial—, por lo que les digo que en el entorno actual podemos estar tranquilos con el endeudamiento de España y, además, satisfechos de haber afrontado las últimas crisis de manera solidaria, aunque no fue así en la de 2008.

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