En in Arcadia Ego

16 jun 2025 / 08:51 H.
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Bajo este título, Rafael Peralbo —La Carolina, Jaén, 1975— celebra una exposición de abierto horizonte, adscrita al universo de la modernidad más que al de la vanguardia. Tiempo y formas confusas —vanguardia y/o modernidad— que, sin embargo, no dejan de facilitar respaldo a un modo de estar más que al de ser. Vivimos un periodo en el que todo cabe y, de igual modo, cualquier manifestación, de un lado o de otro, quedará bajo sospecha. Según arroja la estimación de los últimos sondeos correspondientes al mercado internacional del arte, las clases adineradas ya no se interesan por el arte abstracto. Son tantos los kilómetros de superficie —tela o madera— tratados que es absolutamente imposible calcular la enormidad de metros cuadrados realizados diariamente. Las modernas colecciones no dejan de crecer merced a un neoconcepto de inversión camuflado bajo un apellido de cierto fuste social: coleccionismo. Miles de obras realizadas por materiales de toda naturaleza, especialmente novedosos, incluidos los de origen industrial conformando un todo, numéricamente difícil de cuantificar. No hace demasiadas fechas que, en el programa “Imprescindibles”, la hasta no hace mucho galerista Juana de Aizpuru, confesaba poseer más de cincuenta mil obras para las que buscaba postor... Podía citar numerosos casos semejantes, incluido el de aquel vastísimo imperio, que hoy nadie lo puede calcular con cierta aproximación y garantía, llamado “Fórum Filatélico” desmoronado en marzo de 2006, cuyos fondos, de pronto, saltaban a un mercado que no los esperaba. Debacle salvada merced al flujo dinerario norteamericano. Miles de piezas que, de no haber sucedido así, permanecerían oscureciendo el horizonte de las artes plásticas más cercanas a la vanguardia. Es de advertir también lo atemperado de todo aquello en cuanto tiene que ver con el arte español. Nos referimos, claro que sí, a un hecho solo indicativo de lo que hoy es el movedizo panorama del llamado arte contemporáneo, pero también de cuanto ello supone y puede suponer en lo que, durante el último siglo, está asentando la exploración de los llamados nuevos materiales. Medios, por lo demás, acordes con la realización de la obra de Rafael Peralbo, de cuyas variaciones plásticas se celebra una amplia y gozosa muestra, en la Sala del Instituto de Estudios Giennenses —Hospital de San Juan de Dios— hasta el día 16 de junio.

Ciertamente, el profesor titular en la Facultad de Bellas Artes Alonso Cano de Granada, Rafael Peralbo, nos acerca a un mundo de pulsiones experimentales que, si bien conserva el aliento de indagar en el comportamiento de los materiales más acordes con la plástica de nervadura actual, no es menos cierto que, desde su posición y poética figurativa, realiza sus indagaciones mediante aquellos ya consolidados, tales como el papel enyesado, colas, cerámicas... Mixturas que, en alguna medida, suponen el principal soporte de las obras realizadas por los llamados artistas falleros. Raíz de un comportamiento artesanal que dota a la propia escayola de un gesto sintetizador que nos hace pensar en la mirada barroca de un Bernini, más atemperado aquí. Más ajustado a la voz del orden y del módulo y, sin embargo, vocacionalmente presente en la interpretación de su “Santa Teresa” que, en ningún momento esconde Rafael Peralbo. Misturas de materiales, pero también registros de poéticas en las que, el carolinense cambia de constructo y deconstruye una forma para construir otra de idéntica raíz objetual en la que, desde luego, no falta la sensibilidad animalística de los temas. Horizonte o cima que no deja de evocar símbolos acunados desde la religiosidad que, en el caso de Rafael Peralbo, puede contemplarse desde una mirada de erudición teórica que no deseo para la muestra que nos ocupa. Exposición absolutamente plural que pone de manifiesto un concepto de trabajo parejo, tanto en la obra de tratamiento planimétrico, como en las que son deudoras de la tridimensionalidad, pero también, no lo olvidemos por su proximidad espacial, de aquellas que, de algún modo, pueden conectar con la llamada escultopintura, muy de relieve en los años posteriores al informalismo. Esto es, aquellas obras nacidas en el plano y que, de algún modo, desean ocupar una parte del espacio más cercano al contemplador, cuyo modelo más ejemplar y elocuente es el llamado periodo social de Rafael Canogar, pasada su época informalista.

Así el territorio de este pintor nacido en La Carolina. Artista de sobrio y rotundo dibujar de un natural cuidadosamente observado y muy bien aprendido, que le permite deambular por un claroscuro tendente a sustituir los colores, pigmento, por toda una sensación de claror y un estructurar de la forma que en no pocas ocasiones adquiere vocación de modular lo modulado sin acompañamiento alguno de color. Forma de la forma. En sí misma modulable, tanto en el plano como en la tridimensionalidad.

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