Elogio a la música

    10 jun 2019 / 10:01 H.

    Por la percepción nos llega el sonido. El ritmo se escabulle por el compás y el tempo. Por el acorde ascendemos a la armonía y, en los matices, hallamos la melodía. Experimento la percepción sonora y siento que el ritmo me hace cantar con precisión rítmica y una rica expresividad que brota con la creación melódica. Suma atención y una concentración prodigiosa, me sumergen en el motivo y las frases, distingo voces y la exquisita estructura de su música. Su intensidad, el tono, el timbre, sus notas, se graban en un pentagrama mental con su escala y sus claves. Aprendo a comunicarme a través de sonidos de infinitas variaciones, se acentúa mi sensibilidad, me acerca a un mundo inteligente, culto, que sabe escuchar y disfrutar de los lenguajes musicales. Altos, graves y vibraciones van y vienen, aleteando con la calidad suprema de unas notas de distinta tonalidad sonora y brillante, procedentes de arpas, trombones, pianos, guitarras... Fluyen los ritmos cortos y largos y mis venas y arterias vibran cual diapasón enloquecido por tanta belleza. Nuevos sonidos me hablan en claves de sol, de re, de do, de alteraciones sostenidas y en bemol. Los espacios se llenan de signos en mi, fa, la, si, observo que la partitura me cuenta la historia de Pedro y el lobo y me permite escuchar el Carnaval de los animales, salpicado de sonidos correlativos que me envuelven al compás de la Oda a la Alegría que se mueve libremente y se alza impulsada por la inspiración hacia lo sobrenatural, y se sostiene en un proceso imaginativo que compone un carismático canto popular, dominado por su capacidad expresiva y por el privilegio emotivo que desvela los secretos de las cosas concomitantes que llenan de decibelios celestiales los espíritus. El sonido y el ritmo hacen la música, se aprecia en la armonía, en los impulsos rítmicos que produce la danza y en la forma que tiene de regular los ritmos y los pulsos en esta vida cargada de contrastes, de ruidos y silencios, semejantes al nacer y el morir. Poner música a las palabras, recitarlas, sentir el ritmo del lenguaje hablado: de la prosa, de la poesía, sin alterar el ritmo natural, y siempre a favor del canon. Como la cadencia de un nocturno de Chopin, o una balada de Elvis, que conmueven a quienes tienen criterio estético y una sensibilidad musical que modelaron con las notas del segundo movimiento de la Sinfonía de Nuevo Mundo, o las suaves inflexiones de una serenata de Schubert, o de la alegre concreción barroca de una obra de Vivaldi o del mismísimo Bach.

    Es difícil expresar con palabras el romántico Sueño de una noche de verano o el emotivo Claro de Luna. Es fácil jugar con las disonancias y distensiones que produce la audición de acordes compuestos por Tchaikowsky, es como adherirse al: “Principio de los sentimientos que no gozan de otra manera dinámica y superior de expresarse”. Nadie se escapa a la seducción arrebatadora de la expresión musical. De ahí mi sincero homenaje a pianistas como Arthur Rubinstein, a arpistas como Nicanor Zabaleta, a violonchelistas como Mistislav Rostropovitch, a violinistas como Paganini, a flautistas como Rampal, a clarinetistas como Benny Goodman y a trompetistas como Louis Armstrong. A grandes directores como L. Stokowski, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein, que tuvieron el privilegio de dirigir las filarmónicas de Berlín, Viena y Praga, o las sinfónicas de Londres y Boston. Con la batuta de cada uno de ellos, concluía la apoteosis final de la orquesta: tubas, oboes, arpas, contrabajos, fagotes y un largo etcétera de instrumentos dieron vida a sublimes obras de compositores como: R Wagner, Mozart, Gustav Mahler, Richard Strauss, Brahms, Haëndel, Ravel y el revolucionario Beethoven. Los motivos pueden ser irreales y la melodía predominar sobre la armonía. En la ópera se mezclan todas las artes y es donde el músico alcanza el carácter de mito. El compositor se deja llevar por la inspiración y los conciertos se multiplican, el público abarrota las salas y disfruta del pensamiento general que dice: “La Música es el Arte de las Artes”.