El último sombrerero

20 dic 2017 / 09:12 H.

Reconozco que mi escasa estatura no se beneficia con el uso de un sombrero, como no fuera un sombrero de copa o el capirucho de las hadas. No lo he utilizado nada más que cuando salía en el teatro —siendo un chaval— caracterizado de payaso. Pero hay personas a las que el sombrero les cae de dulce, favorece su personalidad y les presta carácter. Reconozco que como el sombrero no me llamó demasiado la atención como prenda de vestir, no me fijé en si estaba más o menos de moda. Sí recuerdo una conversación que mantuve hace 35 años con el que fue mi buen amigo Manuel Cámara Ruiz, en la que ya me anunciaba que él sería el último sombrerero de nuestra ciudad. Entonces Manolo tenía 62 años, y no se equivocó. Él entró en el oficio cuando era niño, junto a su padre, el que fuera popular y querido Jacinto Cámara, que tenía su taller de sombrerería, sucediendo a Luis Hipólito, en la plaza de Santa María desde los primeros años de 1900.

A principios del siglo XX llevaban sombrero hasta los chiquillos. Además estaban las gorras de los militares y los sombreros de teja de los curas. Aquel era un buen oficio al que los tiempos, las máquinas y las modas han ido mermando rendimiento, hasta el punto de que que yo sepa— en nuestra ciudad no existe ningún taller de sombrerería, cuando en aquellos tiempos teníamos, además de la de Cámara, la de Rafael Jaén, la de Acero, la de Ortega y alguna más. Todas ellas son ya parte de la historia del comercio jiennense. Ahora con esas gorras deportivas que las firmas te regalan, nos apañamos. Es otra profesión más que se ha perdido con el progreso, como se perdieron tantas otras dedicadas a la artesanía. Por la misma razón que han desaparecido docenas de sastres, zapateros, hojalateros, canasteros y muchos más en Jaén.

Lo curioso es que Manolo Cámara, el último sombrerero, no usaba el sombrero nunca en su vida cotidiana. Solo lo hacía en las grandes ocasiones. Se colocaba su gran sombrero negro de ala ancha a la americana como complemento a la capa española que lucía. La capa, otra prenda que tuvo cierto apogeo en el siglo pasado y que ahora está olvidada. En mi ya larga vida, solo recuerdo, además de Manolo Cámara, a dos amigos que lucieran con cierta prodigalidad y elegante personalidad la capa española: Indalecio Lastra y José Sánchez “Manolé”. Y de esto hace ya muchos años.