El torero loco II

    25 jun 2022 / 17:22 H.
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    ¡Maestro! ¡Maestro! Gritaba el loco torero una y otra vez llamando al viento, y el viento atendiendo a su llamada repetía cargas y cargas desde las piedras hacia el centro. ¡Maestro! ¡Maestro! ¡Maestro! Desde el cómodo asiento de frescas hierbas en la empinada ladera del Castillo de Segura, comprendíamos el mensaje que el loco torero nos mandaba: ¡Música maestro! ¡Música para el maestro! El maestro de música se levantaba y firmaba con la batuta en el viento de Segura, la banda obedecía y comenzaba a sonar, todos los años, la misma melodía que nuestro loco torero mezclaba con gritos y murmullos que solo él oía. “Manolete... Manolete... ¡Maestro! ¡Levántate maestro!”, gritaba el loco torero desesperadamente mientras sonaba la banda con Manolete por bandera. Terminado el pasodoble, en ese instante en que el maestro de música daba un corte brutal y definitivo al aire y a la música lanzando la batuta hacia abajo a la vez que enderezaba la espalda y levantaba la cabeza mostrando ser la autoridad en los sonidos que el tiempo repartía después por las laderas del monte de Segura, el loco torero, el mismo de todos los años, soltaba su camisa ya parda, ya jironada, y dejando tirado al viento, hincaba rodilla en tierra y, mirando al suelo, dejaba caer dos gotas, dos lágrimas, sobre una agonía que solo él veía. ¡Manuel! ¡Levántate Manuel!

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