El sexismo de la voz
Que la voz, sea de varón o de mujer, puede en determinados supuestos, sugerir alguna suerte de excitación o de preferencia respecto de otras varias, entra dentro de la más absoluta normalidad. Personalmente, cuando he conocido la odiosa Ley promovida por los talibanes de Afganistán, sobre el vicio o la virtud, recupero de la memoria de los setenta del siglo pasado, la figura de Fernanda de Utrera, no conocida por su atractivo físico, pero que cantando por soleá, se convertía, a mi juicio, en la mujer más hermosa del planeta. Una de las medidas más horrorosas de la comentada Ley, consiste en evitar el sonido en público de la voz de las mujeres y, consecuentemente, en la prohibición de cantar o hablar en cualquier foro, y menos aún de vestirse de manera que la ropa se adopte a las formas del cuerpo etc. Todo ello, con objeto de no causar tentación a los varones; ¡Hay que estar salido impersonal e institucionalmente! La ONU, en relación a los derechos a la mujer, ya ha calificado a la afgana como la más maltratada de las mujeres del mundo. Y ello se produce, como consecuencia del vacío que ocasiona la huida de las tropas occidentales de Afganistán, la eliminación de los derechos recientemente adquiridos por las mujeres afganas. Tal felonía la promueve quien pasa por ser la mayor y más antigua democracia del mundo, a la que, por variados motivos hay que exhibirla como modelo pero que por el aludido concepto, merece la más severa repulsa. No me cabe la menor duda de que en Afganistán existe una autentica esclavitud de género respecto de la que Occidente calla o mira hacia otro lado con cobardía. En realidad, sin llegar al colmo de la insensatez, la sociedad que se muestra más cultivada, mantiene términos que son como la exteriorización de un machismo latente, que no es posible edulcorar: “zorra, loba, perra, pécora” denominaciones que, modificadas al género masculino, devienen en significar: arrojo, valentía y no sé qué tonterías más.
Resulta increíble que, cuando se dan a conocer los relieves del siglo XI, relativos al tantrismo, sobre la sacralización del sexo y literalmente se diga que “...el coito puede ser también ocasión para la contemplación”, vengan los talibanes de Afganistán a mantener que la voz de una mujer ante quienes no sean su familia, constituye una provocación, una tentación, un terrible pecado.
Opino que al contrario la precitada Ley incrementa el erotismo que subliminalmente pudiera constatarse en la voz. Sin prohibiciones no hay erotismo, y parece obligada la cita de Jung: “El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre... Está relacionado con la más alta forma del espíritu. “¿A dónde se dirigen los delirios y la imaginación del varón de los talibanes? ¿Existe ya renuncia a las uries de ojos verdes?”