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El sempiterno Procusto

    28 dic 2021 / 16:33 H.
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    Nadie como Hitchcock consiguió mostrarnos la cara más oscura del gerente de un motel, Norman Bates. Basta con escuchar la palabra “Psicosis” para evocar a Anthony Perkins, ataviado con peluca, apuñalando a Janet Leigh en la ducha. Sin embargo, las confusiones mentales de ciertos posaderos no nacieron aquí, sino que se remontan a mucho antes. Ya en la mitología griega encontramos a Procusto, en griego antiguo “el estirador”, que ofrecía hospedaje en su casa del Ática. Ese negocio, honrado a primera vista, se maleaba con la insana costumbre de atar en el lecho a los forasteros y serrarles las partes que sobresalían, fueran pies, brazos o cabeza. O, de ser más pequeños, descoyuntarlos a martillazos para estirarlos. El mito de Procusto se ha perpetuado a lo largo de los siglos dejando su huella tanto en el sector público, con esos líderes de poca monta que abominan del esfuerzo y pisotean a quienes osan destacar, como en el privado, donde encontramos, si no a Anthony Perkins, sí a Antoñito Procusto, ese modelo de ejecutivo semianalfabeto que, acojonado por su incompetencia, se empeña en cortar la cabeza a todo el que sobresalga un milímetro de esa burda y aburrida mediocridad. El Señor nos pille confesados. Feliz Año Nuevo.

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