El rostro de Tarradellas

05 ene 2019 / 10:08 H.

El dramaturgo Juan Mayorga, en su última obra, “El Mago”, cuenta la historia de una mujer que acude a un espectáculo de magia, en el que queda hipnotizada sobre el escenario, y otra mujer, idéntica a ella, regresa volando a casa. Donald Trump parece un personaje fallido de Juan Mayorga que se ha escapado de una obra teatral. Y ahora ocupa la Presidencia de Estados Unidos, fuera ya del argumento de su creador. Trump dijo estas Navidades a una niña durante una conversación telefónica: “¿Pero tienes siete años y todavía crees en Papa Noel?”. Resulta curioso: se observa a Donald Trump y cualquier político parece mejor. Incluso Quim Torra. Torra y Pedro Sánchez se entrevistaron el 21 de diciembre, tras el Consejo de Ministros celebrado en Barcelona, que parecía ser la antesala del apocalipsis, según los datos hechos públicos previamente por dirigentes del Partido Popular y Ciudadanos, pero esa reunión, al margen de otros posibles análisis, lo que deparó fue una tremenda nostalgia provocada por el recuerdo de políticos de otros tiempos. Adolfo Suárez y Josep Tarradellas se vieron por primera vez y la reunión resultó afilada, nada cordial, llena de desencuentros. Todo un fracaso. Pero a la salida, ante los periodistas, Tarradellas, inmenso y con el semblante risueño, vino a afirmar que había sido un encuentro cordialísimo, con importantes coincidencias políticas, y que abría una interesante senda de cara al futuro. Suárez se quedó perplejo al escuchar aquellas palabras y posteriormente dijo algo parecido. De tan extraña circunstancia emergió una amistad entre ambos políticos. La Transición, otros tiempos. Tarradellas venía del exilio, había conocido el dolor que produce una guerra civil. Aprendió desde muy temprano algo elemental: que un político nunca debe jugar con fuego. Quim Torra ha llegado al primer plano de la política sin pretenderlo y debido a una concatenación de tristes circunstancias. Torra tiene vocación de activista, no de político, y el universo político le resulta extraño y turbio, porque Torra entiende la agitación, no la negociación. Sin duda habrá visto muchas películas de Shwarzeneger, pero ignora, por desconocimiento, el cine amable y suave de Jacques Tati. Y Pedro Sánchez es un superviviente que aspira a tener una larga vida política. Sánchez vive envuelto en los ritmos de “Resistiré”. Torra es político por accidente y Sánchez aspira a sobrevivir. No tienen casi nada en común. Pero una cosa les une: ven con normalidad a la derecha, pero temen —sobre todo Torra— a la derechona. Y en estos tiempos confusos en política, con una política llena de niebla como con la que amanecen algunos días de este invierno, un hombre cuyo rostro no conocemos, un policía antidisturbios, profesional al que sus superiores exigen más musculatura que reflexión, de pronto dejó caer nítidos, clarísimos, con la fuerza de la voz de un hombre del pueblo al que realmente lo que más le importa es la paga extra navideña, “su pan, su hembra y la fiesta en paz”, como en aquella vieja inolvidable canción que ahora debiera volver a sonar, libertad sin ira, libertad, ese mosso de esquadra, decíamos, dejó caer unas palabras certeras y que ya parecían olvidadas: “¿República? ¿Qué república? La república no existe, collóns”. Ese guardia llevaba la cara cubierta por un casco pero quizás tenga el rostro de Tarradellas.