El periodista y la información

22 may 2024 / 09:16 H.
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No me cuesta nada romper con el pasado. No me cuesta aceptar los conflictos. No me cuesta aprender a lidiar con la vida. Son características que le permiten a mi cerebro generar información en el hábil manejo de la neuroplasticidad. La información que preciso para vivir no equivale exactamente a cinco exabytes cada veinticuatro horas, me conformo con una dosis suficiente de información que no me haga caer vertiginosamente en el desconocimiento absoluto. En la forma de dar la noticia, verificaré la evolución del pensamiento libre, no soporto la degradación cognitiva o realidad que es capaz de enterrar la información rigurosa. No quiero que se me escape el más mínimo detalle de todo lo que necesito saber. Observo los fenómenos que suceden en mi entorno natural y me pregunto si no tengo una existencia limitada y condicionada por la falta exhaustiva de información fidedigna. La ventaja de estar bien informado, favorece la salud neuronal que puede reorganizarse y adaptarse a las nuevas argumentaciones que surgen de multitud de datos que hay que procesar para deducir pensamientos creativos que permitan convertir en realidad muchos de los deseos con los que siempre he soñado. La información trae más beneficios que problemas insoslayables.

Depender de una información fecunda y contrastada, puede condicionar la poca o mucha profundidad intelectual rayana con la felicidad. Veo la información como una oportunidad que me protege, cual privilegio de una minoría abierta a una concatenación de reflexiones que no desean pararse mientras el mundo no se detenga. El periodista hilvana palabras con hilo de seda y teje en silencio un mundo de argumentos que pone al servicio de la sociedad. La química de la vida está en la variedad y la diversidad irreductible de la información que se comparte y debe comunicarse antes de que lo referido se quede obsoleto. La ausencia absoluta de información origina un cambio en el ADN y resulta peligroso para individuos que viven en sistemas sociales cerrados. Los superhéroes que investigan y respetan la veracidad de los medios de comunicación de masas, aprovechan para eliminar clichés que obligan a consumir idénticas ideas y no progresan con el empuje de iniciativas innovadoras. Hay que dar las gracias por el guiño que nos hacen las honrosas excepciones periodísticas, que, sin abandonar su ética profesional, corren escalofriantes peligros para transformar sectores arcaicos y prosaicos de la sociedad. Son pocos los casos de periodistas paradigmáticos que escriben avalados por un prestigio ganado con el perfil de los valientes. Son la prueba ejemplarizante de que, con iniciativa y talento, nada resulta inamovible. Una actitud acomodada no entiende la información crítica y objetiva y suena a anatemas de plataformas que enturbian la veracidad de la información. Más allá de etiquetas, la gente no entiende por qué una misma información se ve desde ópticas diferentes, parece como si a los lectores se le obligase a decantarse por una u otra información que ya nace sesgada. Quedarse atrás en la carrera de la honradez profesional por parte de periodistas que muestran una abnegada contribución a la causa democrática, sería como exigir que no se abriera la puerta de la transparencia informativa para que la democracia pensará que sufre el “síndrome de Calimero” porque vive convencida de que todo lo malo le pasa a ella.



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