El patio de mi casa

13 jul 2019 / 11:17 H.

Un día más sin gobierno y, de momento, todo sigue igual en la reserva de Jaén. No hay diferencias sustanciales entre el gobierno y el desgobierno, ya lo sabían los italianos, los belgas y los jiennenses. Estos días plomizos son una oportunidad única ahora que andan distraídos y nosotros “calientes” para levantar la voz contra la autoridad competente, asaltar la diligencia, quemarles el equipaje y brindar con unos “bourbon” al acabar la jornada. Sería un gustazo narrativo, pero estamos imbuidos del “espíritu flanders”, un buenismo que, en ocasiones, roza la caricatura o, si lo prefieren, la solemne gilipollez. De esta forma, la marcha para reivindicar el tren en la provincia, organizada desde el Ayuntamiento de Jaén como primer gran encierro de la era Julio Millán, se convierte en una “marchita” por orden de aquella autoridad competente que creíamos distraída con la formación de Gobierno. Bravura con los cuernos afeitados y trapío escaso. La marchita, algo chiquitita, se hará con todas las estipulaciones que dicta el derecho romano y la santa madre administrativa. Cien cochecitos —de momento se puede elegir color y cilindrada— velocidad de crucero de 90 kilómetros para no molestar, pegaditos a la derecha, aunque escueza, y habrá que disolverse pronto que las hordas de veraneantes que pasan por la provincia tienen que llegar a tiempo al aperitivo. Quedará todo muy pintoresco y nos harán fotos y contarán en sus redes sociales que unos aborígenes cogen sus vehículos y calientan los motores en protesta por el aislamiento ferroviario. “Cucha qué bonicos, con sus plumas al aire”, dirán. Será, sin duda, una prueba de fuerza y el alcalde se convertirá en un Mel Gibson clamando venganza por el territorio en un Mad Max, eso sí, algo descafeinado, aunque apuntemos a apocalipsis en cualquier caso.

Esta semana que los corredores en San Fermín realizan una sentada porque los mansos hacen los encierros sosos y rápidos, nosotros nos organizamos una caravana cívica, sin cruce con calle Estafeta, y con las bridas bien sujetas vayamos a liarla parda. Será la primera manifestación en la que la Guardia Civil dará un diploma a la concurrencia o un par de puntos del carné (a elegir) por buen comportamiento. Los antidisturbios darán abrazos y al finalizar todos juntos, de la mano, entonaremos el vibrante y fervoroso himno: “El patio de mi casa es particular. Cuando llueve se moja como los demás... —y aquí viene lo duro— agáchate y vuélvete a agachar (...) Nuestra particular canción protesta remedo “light” de “Give peace a change” de Jonh Lennon con el que queremos amedrentar y emocionar a la par a la opinión pública española.

Menos mal que Renfe, en lugar de dejarnos en mal lugar es puntual con nuestro retraso. Así para echar carbón a la protesta tuvo el detalle de programar una “incidencia técnica” en el tren de media distancia que tenía que haber salido ayer de Jaén a las 17,10 y tuvo que desviar a los pasajeros por autobús en carretera hasta la estación Linares-Baeza, donde otro tren les esperó para continuar hasta la metrópoli. Pero nótese la salerosa comunicación de Renfe sobre el asunto: “El tren que ha salido de Linares-Baeza circula con normalidad y prácticamente no acumula retraso”. Como el personaje de Los Simpson, la provincia tuvo que recibir muchos azotes en el trasero para atajar cualquier tipo de rebeldía. El efecto del tratamiento no se pone en duda, dóciles y cuando nos alteramos, en el mejor de los casos, farfullamos en bucle hasta que nos cansamos y podemos seguir leyendo la Biblia que toque. Como el bueno de Ned somos bienintencionados, compasivos con todos los demás y así entendemos las asimetrías políticas de esta reserva como castigo divino por nuestros pecados pasados. Cuántas cabelleras no habremos cortado en tiempos de los íberos para mantener semejante maldición.

Quizá desoigamos las premisas que nos marca la autoridad y sean 101 los coches en caravana y el caos y otras quince plagas biblicas caigan sobre estas tierras y ni lo notaremos. Dale loco.