El negocio es el negocio
En el triste asunto de los jubilados mutualistas, que tanto nos ocupa y preocupa, no hemos olvidado la respuesta de algunos amigos empleados de las entidades bancarias y aseguradoras implicadas, que, sin ellos pretenderlo, porque sospechosamente se lo instan, se nos viene dando a los que de forma recatada preguntamos, o demandamos, sin acritud, como se dice ahora, para apaciguar nuestra inquietud. Casi de forma unánime se nos dice: “Hombre, es que el negocio es el negocio...”. O aquella otra de “Es que el negocio es menor de edad”; o bien “No somos oenegés...” En lenguaje paladino: “Aquí estamos para ganar dinero, os habéis equivocado de puerta. Eso, a los que gobiernan. Que se pongan las pilas”. Algunos han sugerido otras soluciones. A lo mejor pagando algo, podríamos seguir con el seguro actual. Respuesta unánime: depende de la edad. Cuando se pasa de... no es posible por mucho que pagues. Toma ya...
Por proseguir, habría que indicar que da lástima y tristeza la contestación. Se echan de menos las atenciones a la clientela de hace unas décadas. Todo eran detalles... Los clientes llevábamos la razón, aunque fuera mentirijilla habilidosa. Por fortuna no se ha perdido la cordialidad, la educación, las formas, pero ya está. Y es que el negocio es el negocio. En plan respondón podría decirse que ustedes dicen esto y nosotros nos llevamos nuestros ahorros a otro lugar. Pero tenemos tan reducida solvencia que nuestro embate sería tan banal como la trompada de una pava. Y todavía, a otros niveles, se afirma que somos privilegiados y ricos. Y así andamos, compitiendo en el campeonato del aguante y la modestia, en el que recibiremos una medalla de hojalata o un diploma escolar. Es el regalo de los tiempos. Es inevitable sonreírnos con cierta ironía avinagrada y con indudable quemazón, de esas campañas, tan bonitas ellas, de atención a nuestros mayores. Qué bien quedamos con tanta sonrisa, con nuestros pequeños jugueteando, con esa palabrería dulzona sobre nuestra trayectoria y utilidad, a pesar de los años y el desgaste. Mientras tanto, la pelota de la mesa del pimpón la seguimos con nuestra cansada mirada, sin saber el origen de la complicación. Si fuera en el tablero de ajedrez, nos gustaría quedar en tablas. La razón ni para éste, ni para aquél. La gnosis para los afectados. Somos demasiados, además de prudentes. Ojalá que cuando estas líneas salgan a la luz todo se haya solucionado.