El muro

Hace 35 años yo era un imberbe adolescente que leía comics y escuchaba cintas de música mirando el techo acanalado de la alcoba en casa de mis abuelos. A mi querido primo Javier le debo aquella cultura musical de los ochenta y la devoción por discos como esa obra magna de Pink Floyd que es The Wall. Esos mismos días caía el muro de Berlín con un ardor popular que ponía fin a la guerra fría. Hoy esos muros que creímos haber derribado vuelven a levantarse. Se levantan con los ladrillos de la desigual riqueza establecida entre Norte y Sur, se levantan entre Oriente y Occidente con guerras incesantes que florecen en el espinoso jardín de odios enraizados desde el génesis hasta las últimas revelaciones, se levantan entre las distintas ideologías imperantes mediante un radicalismo cimentado en la confrontación cuyo fin es que las élites sigan viviendo al margen de los mortales según sus chanchullos políticos. Debería vivir Poe para escribir un cuento sobre el humano avariento que pereciera sepultado entre los muros del poderoso caballero, como ese fulano corrupto que vivía entre tabiques forrados con tacos de miles de euros. Mal vamos con tantos malditos aficionados a construir muros de destrucción siendo tan difícil hoy encontrar un buen profesional de la construcción.