El mundo al revés

    28 jun 2025 / 09:25 H.
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    No sé qué me parece más condenable, si la falta de dignidad de nuestros representantes de los gobiernos europeos para enfrentarse con honor a los desprecios e insultos de Trump o las alabanzas de los políticos de la derecha y de la extrema derecha que, como el secretario general de la OTAN, son los adalides de los recortes del gasto público y la austeridad. Unos y otros insultan la inteligencia de los ciudadanos europeos al promocionar el desmesurado aumento del gasto militar sin importarles la destrucción del bienestar, de la cohesión social o la equidad. Los hechos, la historia y la historia económica desmienten este engaño. Todo esto no traerá más que una mayor inseguridad, más guerras y, por supuesto, la consolidación y el ascenso de la extrema derecha en todos nuestros países. El actual tono falso, catastrofista y alarmante de los dirigentes europeos me recuerda al que usaron cuando se originó la crisis del dos mil siete cuando amenazaban con la mayor catástrofe económica de la historia si no se recortaba en gasto social, en bienestar. No había dinero, pero sí lo hubo para dar miles y miles de millones para las grandes empresas y la banca privada. Al final esas políticas suyas de austeridad fueron las que provocaron el colapso. Ahora están repitiendo la misma táctica para llegar al mismo sitio. La población debe aceptar sin rechistar sus decisiones y eso se consigue con la mentira, exagerando la amenaza y metiéndonos miedo.

    No se puede insultar a nuestra inteligencia diciéndonos que todos gozaremos de más seguridad y autonomía defensiva al aumentar el gasto militar mientras se mantienen en nuestra Europa treinta y ocho bases militares de estados Unidos con más de cien armas de destrucción masiva con sus ojivas nucleares. Se nos dice que el aumento del gasto militar será capaz de disminuir el peligro y la inseguridad, pero Europa ha aumentado un treinta por ciento ese presupuesto en los últimos tres años, más el aumento de Estados Unidos, y, sin embargo, nuestros dirigentes insisten en que ahora hay más peligro que nunca. En el dos mil veintitrés el gasto de ambos representó el cincuenta y cinco por ciento del total mundial. Si Europa fuera un solo país, seríamos la segunda potencia mundial por la cifra de gasto detrás de nuestros amigos americanos.

    Las cuatro mayores empresas armamentísticas a nivel mundial son de Estados Unidos y ahí llegará el dinero de nuestros impuestos ya que las empresas en Europa no tienen capacidad. Nos armaremos hasta los dientes, nos endeudaremos aún más, mientras nuestros países se debilitan y destruyen su Estado del bienestar. Después esa enorme deuda nos hará más vasallos y dependientes de Estados Unidos y las ultraderechas nos harán dudar de si la Unión Europea sirve para algo y nos propondrán salirnos para montar simplemente dictaduras que se mostrarán como autocracias disfrazadas de democracias liberales subvencionadas por el Tío Sam. El verdadero enemigo a batir es ya, y lo será mucho más, la verdadera izquierda. Esa izquierda humanista, social y pacifista que es el último reducto de resistencia y defensa de la mayoría de la población, de los de abajo. Esa izquierda que denuncia al capital que ya domina el mundo con su tecnofeudalismo. Mientras el fascismo se come a toda Europa hay otra izquierda que defiende su centrismo y que en lo que va del siglo XXI no han conseguido ningún progreso izquierdista. Quizás sea porque van de la mano de esas empresas con accionariado estadounidense que compran y arrasan con todo.

    Lo que está claro es que no se necesita un aumento del gasto en Europa. Quizás se necesite un ejército propio y no una suma de milicias para garantizar la autonomía estratégica y la seguridad, inversiones coordinadas y que se complementen, más cooperación y más vertebración e integración. Y quizás esa autonomía militar le permita que personajes como Donald Trump no tengan el destino existencial y militar de Europa en sus manos. Y quizás así en Ucrania los vencedores no serían el invasor y Estados Unidos mientras los ucranianos y los europeos pagan los platos rotos.

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