El mes más cruel
Abril es el mes más cruel, engendra/ lilas de la tierra muerta, mezcla/ memoria y deseo, despierta/ inertes raíces con lluvia primaveral”. Estos versos son el inicio de “La tierra baldía”, de T. S. Eliot, uno de los libros más influyentes de la poesía contemporánea y, en general, de todos los tiempos, y me gusta recordarlos porque después del largo invierno hay algo que siempre revive en los ciclos vegetales, y nosotros con ello. Ese algo es un misterio, la incertidumbre que nos guía. De otro modo, ante la impunidad del mal en el mundo, la miseria humana, la sevicia, la depravación que nos rodea y la obscenidad de la corrupción, ¿qué nos impulsa a seguir viviendo? Con su individualizado recuento y experiencia de las fases de la luna, las mujeres poseen una suerte de recordatorio —una alarma— anti-estrés para fijarse, detenerse en aquello que de verdad merece la pena: no hay mejor espejo para los hombres que el vitalismo de las mujeres, su fuerza biológica que se impone a cualquier razón. La menstruación, además, no marca ningún tipo de consecuencia malhumorada: se ha demostrado que el humor —o sea el mal humor— de hombres y mujeres se equilibra tanto en los días de regla como en los que no. Sin embargo, en las primeras reivindicaciones feministas de los años sesenta, precisamente se quiso abolir la biología cuando se abordaba la cuestión de género, pero la antropología se reafirmó en los signos opuestos, y a partir de ahí se ha marcado la pauta de la lucha posterior: no se es mejor por ser distinto. Así que las diferencias, no sólo de género sino de cualquier solución identitaria, nos hacen comprender al otro en nuestro deseo de alteridad, nuestra afinidad solidaria y, en suma, nuestro afán dialógico. En tiempos de dificultades más aún. Por eso, la primavera es cruel, pues a través de nuestras carencias vemos al otro, nos asomamos a nuestro propio abismo en medio de la nada, solos entre la multitud, completamente aislados, pero en busca, como la canción: Maldita primavera. “Si para enamorarme otra vez/ volverás, maldita primavera,/ qué importa...”.