El futuro ya está aquí

12 nov 2025 / 07:49 H.
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Nada más alejado del rock de Radio futura en su tema de los 80. Un hecho singular analizado frívolamente en esos años, fue la afirmación con vehemencia de una famosa cantante de copla en Televisión española: “saco a mi hijo porque me da la gana, porque es mío y de nadie más”. Leo en un artículo de Robert Castell de 1995:” lo esencial es la precarización del trabajo que en la actualidad afecta a uno de cada cinco empleos. Nos encontramos ante la desestabilización de los estables”. A menudo, se afirma con solemnidad que “los menores son el futuro”. Suena bien, nos lo creemos, pero es falso. No son el futuro: son el presente. Un presente incómodo para nuestra moral y nuestro Estado del bienestar. Sobre todo, cuando más de un tercio vive en pobreza o exclusión en España. No hay nada más hipócrita que una sociedad que promete el mañana mientras les niega el hoy. El informe de pobreza infantil en Europa de Save the Children recuerda una realidad que fingimos no ver: el 34,6 % de los menores españoles vive en riesgo de pobreza, diez puntos por encima de la media europea. En pobreza infantil y vulnerabilidad somos líderes, al igual que nuestra economía que crece más que la eurozona. Los discursos sobre “igualdad de oportunidades” suenan vacíos cuando la infancia nace hipotecada y vive lastrada por el código postal, el salario familiar o el precio del alquiler. La pobreza infantil no es un accidente. ¿Es una opción o decisión política? España dedica solo el 1,38 % del PIB a políticas de familia e infancia, por debajo del 2,3 % europeo, y las ayudas llegan con cuentagotas. Más de la mitad de los hogares que cumplen los requisitos para el Ingreso Mínimo Vital no lo reciben; el 72 % queda fuera del complemento de infancia. Quizá el futuro se retrase por el papeleo, la descoordinación y el “teatrillo” sobre el valor de los impuestos. Mientras tanto, la “pobreza laboral” afecta al 17 % de los hogares con menores. Hay empleo, sí, pero sin dignidad: trabajos precarios que no garantizan ni calefacción ni merienda. Más del 21 % de los menores vive en infraviviendas y el 20% en hogares que dedican más del 40 % de su renta al alquiler. ¿Dónde está el éxito económico? Otros países demuestran que la pobreza infantil tiene solución. Irlanda o Polonia reducen sus tasas con prestaciones universales y servicios públicos bien financiados. En los países nórdicos, invertir en menores no es caridad, sino política de Estado. Aquí, en cambio, seguimos atrapados entre la épica del “ellos son el futuro” y la práctica cotidiana del “gasto social y ya veremos si hay presupuesto”. Mirar hacia otro lado supone un 5,1 % del PIB cada año, más de lo que costaría erradicar la pobreza. Pero seguimos creyendo que invertir en la infancia es un gasto. Tal vez porque los menores no votan, aunque padecen todas las consecuencias de nuestras urnas adultas. Democracia de mayores, desigualdad de menores.

La Convención de los Derechos del Menor no los definió como promesas, sino como sujetos de derecho. No son una propiedad para hacer con ellos lo que nos dé la gana, objetos y sujetos para consumo. Que no voten no significa que no existan, ni que no deban contar. Son ciudadanía sin voz que habita el presente. Si empezamos a atenderlos, el futuro podrá ser más justo. El presente está aquí: la pobreza infantil.

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