El frío que no cesa

    18 ene 2017 / 11:32 H.

    No es el frío que anuncian los telediarios el que me preocupa, de ese me salvan la calefacción y los buenos abrigos. Es otro frío el que me oprime el pecho: el que se ha instalado en nuestros corazones, el que nos cuaja el alma y seca nuestras lágrimas ante la miseria ajena. El que nos permite contemplar, impávidos, cómo los refugiados se mueren congelados en una isla griega. El que nos lleva a aceptar que personas vivan —y mueran— en cocheras, en condiciones infrahumanas, mientras nos limitamos a quejarnos de que los africanos nos quitan nuestro trabajo. El que nos impide ver que la culpa no es suya, sino del que los contrata por menor salario para hacer jornadas eternas. Es el frío que nos impide indignarnos cuando nos enteramos de que tres personas acumulan más riqueza que el 30% del resto de los españoles. Esa helada tremenda que escarcha nuestra rabia ante otro caso de mujer asesinada por su pareja, sin que apenas tenga reflejo en los titulares, ya no vende tanta sangre derramada. Es ese frío que no cesa, que le da igual que sea invierno o verano.