El fotógrafo
Un buen fotógrafo no se cansa jamás de narrar la realidad. De modo indisoluble, abraza construcciones artísticas comunes a escritores de ensayos y novelas. En un escorzo increíble, enfoca visiones extraordinarias de formas y colores que arropa, protege y eleva con precisión exquisita a la categoría de milagro gráfico. Un fotógrafo vive atado a la complejidad de la vida en una sucesión de imágenes que toman forma y dan acceso a nuestro mundo interior. Retrata con minuciosidad todo lo que está en su lista de valores como el aire insalubre que respiramos y que llega a nuestros pulmones y corazón y nos convierte en enfermos crónicos respiratorios. Con su gran vista de águila y su labor silenciosa pero expresiva, nos sorprende con una fina agudeza visual que muestra lo más inusual de los grupos criminales internacionales que se mueven en las modernas estructuras delictivas, cada vez más globales, más cibernéticas y agresivas. Sus fotografías muestran historias que comienzan a tener sentido como los vuelcos que da Economía o la Política, lo animado o inanimado.
Nos invita a ver el frágil vuelo de una mariposa, o una serie de imágenes representativas del odio o el deseo frustrado de un sorprendido personaje. En un intercambio infinito de imágenes, el presente se recrea con las cosas que avivan la imaginación, cuando todo se lía y se desenreda a la vez que reproduce exactamente lo que quería que viéramos. Logra narrar lo silenciado y el sentido de la historia, desvela la trama con una crudeza que sobrecoge y alcanza un final inacabado porque sabemos que el enredo continuará más allá de nuestro tiempo. Reflexiona sobre el poder de los viejos contratos sociales y obsoletas corrientes de rancio idealismo. Aporta gráficamente la nueva ruta de la seda en la línea de carga más larga del mundo con 13.052 kilómetros, la misma atraviesa Kazajistán, Azerbaiyán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Bélgica, Francia y España. Las fotos hablan de la expansión china, de su empuje comercial. No solo consigue poner en pie un torbellino de juegos turbios piramidales, sino que ahonda en su poder transformador en permanente funcionamiento. Aportó imágenes del estado de alarma por la covid-19 y ahora aportará con su cámara los valores del nuevo mundo en el que viviremos con los Juegos Olímpicos que se celebrarán a la sombra de la Torre Eiffel y cuya narrativa fotográfica nos dejará embobados, tanto como nos mostró los encantos ocultos de la Alhambra de Granada. Nuestros recuerdos son los recuerdos de una hermosa crónica social en la que el fotógrafo vuelca sus propias emociones a través de la enorme variedad de personajes y escenarios que emplea. Magistral, nos atrapa en el elemento perturbador de crisis insolidarias que nos someten al poder financiero o autoridad global. Él, en su puesta en escena, nunca equivoca el diagnóstico porque se limita a mostrar los motivos críticos de una bien ganada confianza en su trabajo, el cual refleja los valores que salva para nosotros con el filtro de su Gran Angular, ese que nos introduce en el extraordinario universo, ambientado en aspectos honorables o transgresoras de contextos sociales únicos que refuerzan la sensación de que estamos ante algo que solo podemos vivir una vez. Difumina con su cámara lo improbable, el delirio o la ficción y muestra una realidad que se distancia de los cánones formales establecidos.