El fin empezó ayer

    13 dic 2020 / 16:29 H.
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    Quienes amamos la televisión de los 70 y 80 recordamos con escalofrío las “Historias para no dormir” de Ibáñez Serrador en nuestro imaginario blanquinegro con esos dos rombos que no siempre nos permitían disfrutarlas. Una de ellas, como casi todas, llevaba un título inquietante: “El fin empezó ayer”. La fértil imaginación del autor nos dejaba entrever que tras la anodina apariencia de unos próceres de una afamada Universidad se escondían unos seres de ignota procedencia que nos engañaban con su forma humana para que no descubriéramos su perversa y cruel intención de adoctrinarnos, adocenarnos, abducir nuestros cuerpos y mentes y convertirnos en meras marionetas en sus manos. O mejor, en sus escondidos tentáculos. Esa sensación que entonces viví la he vuelto a sentir hace apenas unos días frente al televisor. Ahora ya es plano, coloreado y con todo tipo de conectores. Quizá uno de ellos fue el que me hizo retrotraerme en tiempo y espacio hasta volver a “saborear” el espanto al escuchar una frase similar al título del episodio en cuestión en boca de dos representantes políticos que se jactaban, supuestamente, de la “opresión testicular” a la que habían sometido con éxito al presidente del gobierno y parte de sus adláteres. La frase era algo parecido a “Ahora empieza todo”. Se pronunciaba con ese rictus de victoria que, lejos de asemejarse a una labor altruista de apoyo sincero, era más una declaración de triunfo obtenido casi bajo presión, con la mano extendida no para dar sino para recibir. ¡Y en qué cantidad! Los actores eran Mertxe y Gabriel. Quizá más conocidos por sus apellidos: Aizpurua y Rufián. Y más aun por las siglas que representan, legal, legítima y constitucionalmente por supuesto: EH Bildu y ERC. Tras esa aseveración añadieron otra que ahonda todavía mas en el mundillo del terror o de la ciencia ficción si se prefiere: “Ha cambiado el centro de gravedad”. Es sabido por los aficionados al género que cuando tal cosa sucede a nivel planetario es que se avecina un gran cataclismo del que solo el aguerrido héroe hollywoodiense puede salvarnos. Que la gobernabilidad del Estado pueda depender de planteamientos como los que podemos encontrar en los programas de esas dos formaciones es, cuanto menos, preocupante. Y no hablo de consideraciones más o menos tergiversadas al hilo de odios, ideologías o partidismos. Obviamente asistimos al fin de algo. Quizá del bipartidismo como ya sucedió en elecciones anteriores. Quizá del régimen de la Transición. Quizá de la Monarquía como forma de Estado. Para unos se abre un horizonte fascinante. Para otros se acerca el apocalipsis. De lo que no cabe duda es de que el fin ha empezado. Chicho, desgraciadamente, ya no puede contárnoslo.

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