El error
Todos cometemos errores. Sin embargo, no todos los errores son iguales. Los hay indispensables para que ocurra algún evento o se dé alguna situación específica. Son aquellos sin cuya ayuda las cosas salen bien o salen mal. Los hay intencionados, que no es un error sino un acierto. Estos suelen ser los peores pues se esconden detrás de la necesidad para darse a conocer y llevar a cabo sus siniestras intenciones. Como verdades incuestionables están inscritos en la historia las mayores tragedias de la humanidad. La tragedia del Main por ejemplo. Se encuentra el mundo en esa disyuntiva de cometer error tras error intencionado para justificar el error final. Ese que todos pensamos y del que ya se habla sin miedo en las grandes tertulias de los grandes tertulianos de los hombres y mujeres de gran sapiencia convertidos en guías espirituales del común de los imbéciles humanos que les escuchamos. Y entre medias te colocan diez minutos de publicidad como si hubiera tiempo para todo y nada fuera urgente. Diez minutos que quisiera yo para decirles a ellos que el mundo se nos va de las manos, que menos anuncios de coches eléctricos, por ejemplo, y más dedicación a hablarle claro a los dirigentes del mundo llamándoles cabrones si hiciera falta. Haciéndoles saber que los ignorantes humanos nos estamos dando cuenta de todos sus manejos asesinos. Ese último error sabemos que no es un error.