El enfermo imaginario

    09 feb 2025 / 09:37 H.
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    En “Le malade imaginaire”, Molière describe claramente el sentido que de la vida tiene la persona hipocondríaca. Este tipo de individuos, yo por ejemplo, hacen de su tiempo una continua observación de los vaivenes de su cuerpo convirtiendo el más pequeño de los dolores en la peor de las enfermedades. En estos últimos días he pasado de la camilla del quirófano al sillón del dentista quitándome de en medio dos de las molestias que llevaban años haciéndome la puñeta, y llevándome a creer que la hipocondría estaba haciéndose presente en mí. Me decía hacia mis adentros que, de salir todo bien, iba a tener un problema al quedarme sin razones para quejarme, algo tan habitual entre las gentes que comparten mis edades. ¿Qué hacer ahora que no me duele nada? ¿Qué dolores comentar? No hubo problema pues el pequeño dolor de la espalda ha empezado a crecer como si supiera que debía sustituir a los demás. Y lo hace bien esa es la verdad. Porque consigue apartarme de pensamientos tristes como el fallecimiento de mi primo Lope, patriarca de quienes llevan ese egregio nombre en la familia, que son muchos, o alejarme también de los análisis políticos a los que siempre fui tan aficionado y comprometido. La antítesis de todo esto me la recuerda cierto señor en Jaén, compañero de hospital, que, para consolar mi miocardio infartado, me decía “no sé de que voy a morir porque me han operado de todo”. Ea.



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