Dioses extraterrestres
Dicen que hay una especie de ingeniería social que nos aparta de nuestro deber de resolver los problemas que verdaderamente ha de solucionar el ser humano en su conjunto, y de los problemas de cada uno de nosotros en particular. Dicen que nos manipulan a nivel de Estado o, más aún, a nivel global. Esto del balón de oro, esto de encumbrar a personas que, aunque muy respetables, no aportan a los demás sino solo las bondades del deporte, no lo entiendo. Esas bondades también las aporta el futbolista más malo, y quizás este incluso aporta más, porque, a pesar de ser tan malo, no cesa en su empeño. No está bien, diría que nada bien, el encumbramiento, a bombo y platillo, como verdaderos líderes sociales, de estos señores, que alcanzan la cota de ídolos a seguir por la juventud como si fueran personas a imitar. ¿A imitar personas que ganan tanto dinero que con el mismo erradicarían la hambruna y la muerte de enormes zonas en África? ¿A esos idolatramos? ¿A los egoístas idolatramos? Una humilde reflexión de ellos, y de nosotros, que lo que a veces falta, a mí el primero, es reflexión y caridad con los demás. Digo yo.
La historia señala que cuando los humanos sueñan colectivamente, con pasión, desde el brillo del oro son capaces de elevar al común mortal más allá de la esfera de deidad hasta situarlo en la órbita del reino interestelar de los dioses extraterrestres cuyas hazañas divinas son meras traslaciones desarrolladas en un rectángulo mundano de banalidades con unas medidas que pueden oscilar de 90 a 120 metros de longitud por 45 a 90 metros de ancho. A este opulento reino, desde su sucursal FIFA en la Tierra, muchos son los llamados como aspirantes pero muy pocos los elegidos por pelotas. Y ya si el elegido lo es por cinco veces el escarnio para los ególatras rivales que afanosamente pugnan se vuelve una pesadilla que coarta el aumento de su corte de admiradores y aduladores. Qué triste. Lo han de pasar muy mal (aspirantes que no llegan y admiradores y aduladores). Admito que todo cuanto acá transcurre y existe forma parte de la diversidad de esta vida mundana. Pero lo siento, no soporto ciertas modas permanentes, llevadas hasta el idiotismo capitalista, que se alzan en partidos de fútbol elitista que encandilan a las masas y liquidan la esencia pura primaria del deporte imponiendo su virulenta rivalidad en la consecución de sus codiciosos intereses.