El cante por soleá
Lo confieso en voz alta, aunque no tengo de qué arrepentirme: en mis ratos libres, que son bien pocos, pongo mi pluma en ristre, el papel blanco como la pureza en disposición y heme aquí hincándole el diente y estrujándome la sesera para hacer letras por soleá, un palo flamenco con categoría suficiente para reinar en el mundo de esta cultura cantaora tan antigua como las estrellas, según la imaginación poética de nuestro sin par Federico García Lorca, que tocaba la guitarra con maestría y el piano con trasfondo de los cuatro muleros o las flores no valen nada, lo que valen son tus besos en las claritas del alba. Hoy les escribo estas cuatro soleares de cuatro y tres octosílabos rimados en los versos impares, con la intención de que nuestro magistral Niño Jorge las cante cuando quiera si lo tiene a bien. El agüita de tus labios, a mí me saben a canela; gota a gota yo la bebo, despacito y con buena letra. Cántame otra soleá en tanto lleno mi copa, que quiero ahogar mis penas, penitas que me dislocan. El cante por soleá son los gemíos que gritan y callan por no llorar. La noche es mi gran tormento y el día mi gran calvario, qué dichosos son los muertos.