El café del aeropuerto

    28 nov 2025 / 08:52 H.
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    Es caro, carísimo. Me gusta tomármelo y mientras observo: hay un chino al que le han regañado porque fotografiaba, a las fuerzas de seguridad. Le han advertido: ¡elimine todo! ¡No puede grabar! Oigo por la megafonía: embarque urgentemente... y leo nombres de sitios y al instante viajo, o recuerdo o quiero llegar: París Orly, Lisboa, Cracovia, Milán... Con un café en el aeropuerto, miro mi vida y contemplo otras miradas: al móvil, al ordenador, a las uñas que se muerden, incluso aquellas que se retiran porque deslumbra el sol y a otras que persiguen aviones en vuelo. Veo a personas que sostienen sus gafas en la frente y por último a aquellas que tienen la mirada perdida, como yo, que la encuentro en un café del aeropuerto. Oigo lenguas extranjeras. Me fijo en la gente que lleva en la mano cuellos inflados. También visito la tienda de souvenirs que resumen un país, en objetos. Hay poemas en calcetines, sabores en chocolates, brindis en vinos, bailes en discos, aromas en jabones, monumentos en camisetas... Ya dentro del avión, oigo el cliqueo de los cinturones de seguridad y ¿dónde está el modo avión? Último aviso para... un café en el aeropuerto.

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