El agua y los diamantes
España atraviesa este verano un difícilmente soportable período de sequía meteorológica —por la escasez de precipitaciones pluviales— e hidrológica —por la insuficiencia de recursos hídricos—, lo que amenaza con no poder atender la demanda de agua para fines agrícolas e, incluso, para su uso doméstico en muchos lugares de nuestra geografía, particularmente en el sur del país. Es en este contexto estival cuando me viene a la memoria la conocida en la ciencia económica como “Paradoja del agua y los diamantes”, que viene a decir que el precio de los diamantes es mucho más elevado que el del agua, siendo esta última un bien que ofrece una mayor utilidad. Para resolver la paradoja debemos distinguir entre utilidad total y utilidad marginal. Pues bien, es una verdad innegable que la utilidad total del agua es muy superior a la de los diamantes, pero es que el precio de los bienes no está relacionado con la utilidad total, sino con la denominada “utilidad marginal”, la cual refleja la satisfacción que se obtiene al consumir una unidad adicional de un determinado bien o servicio. En este contexto se ha de traer a colación la “Ley de la utilidad marginal decreciente”, que afirma que la misma disminuye conforme aumenta la cantidad consumida de un bien cualquiera. En suma, a medida que consumimos una mayor cantidad de agua aumenta su utilidad total, pero disminuye su utilidad marginal, que es la que determina su precio, tal y como adelantaba antes. Volviendo a la paradoja que comentábamos, hay que decir que la utilidad marginal de los diamantes es elevada y la del agua reducida, ya que los primeros son escasos y esta última abundante. Por consiguiente, si los consumidores usan grandes cantidades de agua, por el principio de la utilidad marginal decreciente, su precio será bajo en comparación con los diamantes. En consecuencia, cuanto más escaso es un bien, mayor será su utilidad marginal y su precio. No por ser ampliamente conocido, no deja de ser una paradoja que un bien tan poco útil como los diamantes alcance precios tan superiores a algo tan necesario como el agua.
El Premio Nobel de Economía de 1970, Paul Samuelson, también recurre al ejemplo del agua para explicar lo que conocemos como “Excedente del consumidor”, que surge porque en el mercado hay bienes de los que recibimos más de lo que pagamos por ellos. Este excedente viene a ser la diferencia entre la utilidad total de un bien —el agua en nuestro caso— y su valor total en el mercado. Veamos cómo se produce este excedente. Sostiene Samuelson que por cada galón de agua —aproximadamente 3,7854 litros— pagamos el mismo precio, ya sea el primer o el último galón consumido. Sin embargo, como ya hemos dicho antes, según la ley de la utilidad marginal decreciente, las primeras unidades de agua consumidas nos son más valiosas que las últimas y, no obstante, pagamos por cada una de ellas el precio de la última. Veámoslo con un ejemplo. El precio del galón de agua supongamos que es de 1 euro, pero el consumidor que tiene mucha sed estaría dispuesto a pagar hasta 5, por lo que obtiene un excedente de 4 euros. Por el segundo galón sólo está dispuesto a pagar 3 euros —al haber disminuido su sed—, pero le cuesta 1, generando un excedente de 2 euros, y así sucesivamente. En suma, el excedente total del consumidor representa la utilidad adicional que obtienen los compradores del líquido elemento en comparación con lo que pagan por el mismo.
Sí, en el caso del agua, igual que en el de la totalidad de los bienes y servicios que consumimos, nada tiene que ver el valor/utilidad de los mismos con su precio. En efecto, cuando en 1611 el Duque de Osuna aspiraba a ser nombrado virrey de una Nápoles empobrecida y devastada por los corsarios, pero con un extraordinario valor estratégico, acuñó aquella afortunada frase, que siglos después popularizaría Antonio Machado: “Sólo el necio confunde valor y precio”. En consecuencia, no confundamos valor y precio de los diamantes ni del agua y, lo que es más importante, invirtamos para garantizar el agua en tiempos de una sequía persistente por el cambio climático.