Doña Gloria
Unas semanas antes de comenzar la guerra civil española partía en barco hacia Argentina, allí le esperaba su familia riojana que hacía décadas se habían instalado en Buenos Aires. Una vez terminada la contienda embarcó de regreso a España cruzando de nuevo el Atlántico cuando la segunda guerra mundial había invadido el océano de barcos de guerra y submarinos. Durante los meses de viaje se dedicó a leer, sobre todo poesía que era su gran afición, e incluso le dio tiempo a escribir un libro de poemas que nunca llegó e editar, pero que conservó hasta el último de sus días. La conocí en 1974 cuando yo trabajaba de chico de los recados y dependiente en una droguería y perfumería situada en la calle Cerón. Cada vez que iba a su domicilio a llevarle sus encargos aprovechaba mi visita para mandarme de compras a la plaza de abastos ya que ella no podía bajar ni subir las escaleras, vivía en un cuarto piso sin ascensor y nunca salía de su casa. Mi afición a la poesía se la debo a ella y cuando en 1983 falleció dejándome de herencia
sus muebles, sus libros y su colección de sombreros femeninos de primeros de siglo, empecé yo a escribir mis
primeros poemas.