Doble vara
de medir ante la violencia

    16 dic 2016 / 12:18 H.

    Centro comercial jiennense en hora punta. Un niño de unos seis años de edad discute con quien aparenta ser su padre. Al parecer, se ha encaprichado con algo que quiere que le compren. Grita y patalea. El adulto, tras varios minutos, coge al chaval, lo aparta del paso, le propina un par de bofetadas, le tira del pelo y varios pellizcos en el brazo. El niño llora, pero deja de gritar. Quienes contemplan la escena no solo no mueven un dedo, sino que en voz baja justifican la actitud del supuesto padre como la forma correcta de proceder. Nada se paraliza, ni se altera. Es un episodio que parece asumirse como “normal”.

    Entre las múltiples contradicciones de esta sociedad, me llaman poderosamente la atención las incongruentes varas de medir un episodio de violencia en función de quiénes sean sus protagonistas. En algunos casos, se avanza en sensibilización, como en el del maltrato a la mujer —aunque aún queda por hacer—. En otros, me temo que continuamos en las mismas posiciones que hace décadas. En especial, cuando son los menores las víctimas. Estoy convencido de que jamás la violencia puede justificarse como herramienta educativa. En ningún caso. Nunca.