Distópica nostalgia

    29 dic 2019 / 11:06 H.
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    Aunque no es exclusiva de estas fechas en que el calendario se cierra para renacer en otros doce meses de inciertas vivencias que nos deseamos felices y prósperas, la mirada a un pasado no siempre tan cercano o la nostalgia de lo que vivimos en tiempos ya clausurados por el reloj nos asaltan con peculiar intensidad con las campanadas de sabor a uva. Nuestra sociedad, quizá desde el desasosiego que produce el sentirnos huérfanos en mitad de un incierto desarrollo tecnológico que nos deslumbra, busca algo en lo que saberse segura. Y ahí se topa con los destellos de un pasado que tenemos asumido con sus claros y sombras pero que sabemos cómo manejar con las teclas de la nostalgia y aplicarlo a unas claves que nos abran el porvenir. Los ejemplos a desmenuzar son variados y extensos. Las redes están repletas de grupos cuya base primordial son las imágenes más o menos perdidas en la memoria colectiva, individual o familiar. Otros ahondan en la historia reciente para establecer hilos coincidentes entre hechos actuales y pretéritos que permitan aclarar hacia dónde nos dirigimos. Tampoco faltan los que, como objetivo principal, exponen los recuerdos infantiles de sus miembros elevados a la categoría de universales. Tal ha sido su éxito que páginas como “Yo fui a EGB” han programado encuentros e incluso conciertos de grupos musicales cuya trayectoria coincidió con el auge de esta etapa educativa que marcó a más de una generación. Libros, discos —en recuperado vinilo, claro—, reencuentros de colegiales maduritos, series de televisión al estilo “Cuéntame”, reediciones de videojuegos antañones, recopilatorios de viejas canciones en programas noctámbulos de radio, cartillas escolares en facsímil, juegos y juguetes que creíamos perdidos vueltos a la vida, todo vale con tal de configurar de nuevo una especie de metafórica distopía que nos aleja de esa realidad que cada vez dista menos temporalmente de la época que recordamos felizmente.

    Comentaba un amigo muy dado a recorrer territorios “renfe a través” que prefería viajar en sentido contrario a la marcha. Así, afirmaba, podía saborear el “de dónde venía” y tener otra perspectiva del viaje más allá del ansia de apurar el camino hacia su destino. Y sus palabras siempre me sumergían en el borgiano universo de aquellos “birds” que volaban marcha atrás abrazando su alma ancestral frente a lo que les deparase la meta a la que se dirigían. Pero esa meta, ese futuro que no percibimos claramente como positivo, necesita un esfuerzo común. Hay demasiados retos que solventar en un planeta que navega sin rumbo. Quizá tengamos que apuntarnos también a aquellos antiguos “recuerdos del futuro” y remar, nostalgia en ristre, siempre hacia adelante.

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