Diez años de Salud Responde

04 jun 2023 / 09:00 H.
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Hubo un tiempo, lejano ya afortunadamente, en el que dominar las “cuatro reglas” era pasaporte seguro para conseguir subir en la escala social. La frase “domina las cuatro reglas” suponía la apertura de puertas y a ello, a dominarlas, se afanaban jóvenes y no tan jóvenes en academias nocturnas o en la casa de alguien que ya las practicaba e iba introduciendo a los aprendices en el arte del manejo de los números y de esos signos casi cabalísticos, (+, -, x, : ), con los que las matemáticas aplicadas a la vida real eran el camino que llevaba al éxito.

Hoy, superado ese nivel de alfabetización, las cuatro reglas son ya parte integrante de nuestra cultura personal, aunque las máquinas nos las faciliten hasta el punto de olvidar su práctica. Curiosamente el nombre de esas operaciones no nos produce las mismas sensaciones cuando aparecen en la conversación o en cualquier otro momento social. Las palabras “Más”, “Menos”, “Por” y “Entre” tienen juguetones significados si se aplican fuera de su ámbito matemático.

Las más proclives a ofrecernos seguridad y buenas vibraciones son la suma y la multiplicación. La resta y la división tienen peor fama. Pero sus incontables combinaciones pueden, y suelen, dar bastantes sorpresas. Pensemos en el horizonte político que está ahora mismo en una feroz efervescencia. El nombre elegido para reunificar propuestas de izquierda es, precisamente, Sumar. Y a ello se dispone su mentora. Pero... ¿es siempre positivo el resultado de juntar sumandos? ¿Multiplica las posibilidades de éxito la acumulación de elementos?

¿Ha resultado aceptablemente efectiva la suma de mil y una promesas electorales/electoralistas por parte de la presidencia del gobierno en estas pasadas elecciones? ¿Ha conllevado buenos resultados la suma de muy diferentes partidos en coaliciones diversas? ¿Ha sido válida la suma coaligada de dos posturas en el gobierno en continua gresca? Por el contrario, estas acciones han dividido y no multiplicado. Hay una propiedad que dice que el orden de los factores no altera el resultado. Pero eso solo sucede en el papel milimetrado de las operaciones matemáticas. Si a determinados elementos no se les concede el lugar preeminente al que creen tener opción, la operación se desangra. Si se agobia al elector con mantras que suman una y otra vez falacias disfrazadas de progreso, pero sin más base que el baile ideológico, la propuesta resta e incluso divide.

Quizá la mejor operación no depende del signo matemático que la preside sino de quien la realiza, de aquellos que creen sinceramente en su objetivo y no lo maquillan con los intereses de tal o cual personalismo, oficialidad u orden superior. Sumar, restar, multiplica y dividir son operaciones igual de válidas si se compaginan de verdad, si se edifican en torno a propuestas que a todos convienen. Réstese todo aquello que disminuya un ápice la ilusión. Súmense la miríada de ilusiones compartidas y multiplíquense hasta el infinito —y más allá— mientras se dividen —para vencer— los escollos del camino. Juguemos con las cuatro reglas y, quizá, como antaño, sean el mejor camino para el avance que necesitamos. Tal vez, echando mano del viejo refrán, no por mucho sumar amanece más temprano. ¿O era madrugar? Abramos el cuaderno escolar y practiquemos. ¿Son aún dos más dos cuatro?

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