Días de santos y difuntos

    26 oct 2016 / 11:51 H.

    Con motivo de la llegada de los primeros fríos, han desarrollado muchas culturas celebraciones y costumbres que tienen que ver con el tránsito al más allá, ese mundo del que no se vuelve. En Torredonjimeno y su campiña los preparativos para los “Días de Santos y Difuntos” se inician a mediados de octubre con la limpieza de las tumbas, que serán adornadas en la víspera del 1 de noviembre, llamado “Día de los Santos de las Gachas” porque lo típico es compartir este plato en familia y visitar por la tarde el camposanto. Antaño se trasladaba el paseo de los jóvenes en las tardes de estos días al Camino del Cementerio, espacio que recorrían una y otra vez. El mencionado paseo ocasional de la juventud contaba con la presencia y los pregones de las castañeras que instalaban sus hornillas de ascuas a lo largo del recorrido. Los menos jóvenes visitaban el camposanto y se movían mucho más despacio, meditando acerca de los misterios de la vida y su final. Una estampa tradicional —que desapareció después del Concilio Ecuménico Vaticano II— era la de un sacerdote, acompañado de sacristán y monaguillo, que solía situarse en el centro del recinto y era reclamando por distintas personas para que rezase un responso delante de alguna tumba, servicio que no se cobraba , pero era gratificado por el interesado de forma adecuada. Después, durante la noche del 1 al 2, tocaban las campanas de la iglesia de Santa María toques de difunto ininterrumpidamente, y, dado el frío que hace en la torre a esas horas, el sacristán encendía un fuego en el último rellano. Antes del alba había tres misas seguidas, más las habituales de cada iglesia, y era costumbre en las casas encender un plato de mariposas, una por cada familiar muerto que se recordaba, más otra por los que no tienen quién los recuerde: hay que pensar siempre en los desfavorecidos. Y, como es lógico, los abuelos contaban junto al fuego las leyendas de los fantasmas del Molino del Cubo, del castillo, de Martingordo.