Deuda e impuestos

    30 sep 2022 / 15:17 H.
    Ver comentarios

    Con la intención de encontrar un tema para mi artículo de hoy, he estado revisando mi cuaderno de notas, esa especie de vademécum de ideas nuevas que acostumbro anotar cada vez que se me ocurre algo que creo curioso, leo un artículo que me interesa, encuentro una frase aguda en el libro que siempre tengo a medio leer, escucho sin demasiado interés una tertulia de esas tan sesgadas ideológicamente que emiten en las noches de tedio televisivo o participo en una conversación, la mayor parte de las veces como oyente interesado en la opinión de mi entorno social sobre temas de actualidad.

    Y en esa tarea me afanaba cuando he encontrado un par de frases que son aplicables a la situación actual de España, aunque fueron pronunciadas refiriéndose a su propio país por Göran Persson, que militaba en el Partido Social Demócrata y a la sazón ya había sido primer ministro de Suecia durante ocho años, en el curso de una entrevista que concedió a La Vanguardia.

    La primera frase del Sr. Persson que quiero destacar es la siguiente: Un país que debe una barbaridad de dinero ni es soberano ni tiene democracia que valga, porque no es dueño de sí mismo.

    Si analizamos los datos macroeconómicos actuales vemos que la deuda pública de nuestro país ronda el billón y medio (1.500.000.000.000) de euros, lo que equivale al 120% del Producto Interior Bruto (PIB) y esa cantidad aumenta de manera alarmante año tras año a un ritmo imparable, por lo que puede decirse sin ninguna exageración que la deuda que soportamos es una auténtica barbaridad que coloca a España en una humillante posición, en los primeros puestos de la clasificación mundial de Deuda Pública, sin que ningún gobierno encuentre la forma de reducir ese déficit presupuestario por medio de una política económica que consiga control del gasto, eficiencia tributaria, reducción del desempleo y además implique las menores medidas de austeridad posibles y favorezca la creación de riqueza imprescindible para mantener el estado de bienestar. Reducir el déficit público, que en los últimos 3 años se ha incrementado un 25%, debería ser núcleo fundamental de la gestión de un gobierno de coalición cuyo partido dominante ganó las elecciones con un programa socialdemócrata.

    La segunda frase del señor Persson que entresaco de mi cuaderno de notas dice así: Si un país gasta más de lo que ingresa, deja de ser soberano porque depende de sus acreedores, y si no es soberano, sus ciudadanos no deciden su destino y ya no es una democracia, y si no es una democracia, tampoco puede ser social.

    Con estos niveles de deuda, y de acuerdo con la teoría del señor Persson, podemos afirmar que nuestro país está en mano de sus acreedores y por tanto que en el plano internacional no goza de plena soberanía, hecho que rebaja bastante la calidad de nuestra democracia. En esa encrucijada nos encontramos, cuando nuestros políticos andan enfrascados en una guerra de declaraciones con claro sabor a propaganda electoral sobre la necesidad de subir unos impuestos o bajar otros impuestos, cada uno de ellos defendiendo criterios diferentes según su ideología, cuando en realidad correspondería hacer una evaluación objetiva y ordenada de la situación actual y aplicar políticas eficientes que posiblemente impliquen sacrificios para todos, y esos sacrificios sólo podrán ser aceptados y superados mediante un consenso social del que estamos muy lejos. Es posible que tomar esas medidas imprescindibles deteriore aún más la visión que el pueblo tiene de sus representantes políticos, en especial del gobierno que los ponga en marcha y será vital que alguien con capacidad de influir en la opinión pública haga pedagogía amplia y profunda sobre la necesidad de pagar los impuestos y gestionarlos bien para que podamos sentirnos confortables dentro de una democracia plena, que además pueda seguir ofreciendo servicios de calidad, trabajo e igualdad de oportunidades a todos, incluidos aquellos que más se empeñan en caminar por la senda del desencuentro y la insolidaridad.

    Articulistas