Desde la nada

    07 ene 2021 / 16:02 H.
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    Decía Job: lo que Dios nos da, Dios nos lo quita. Nacemos sin darnos cuenta como cualquier animalillo, con la agravante de nuestra clara fragilidad de especie en un medio hostil. Cuando alcanzamos la madurez pensamos que no somos un único ser, cada cual es en realidad cuerpo más alma y sin esa unicidad dual no existimos como tales. No sabemos ni el día ni la hora en que seremos concebidos y antes de ello hay un absoluto vacío. ¿Dónde estaba nuestra alma antes de que nos pensásemos? ¿Y a dónde va el alma cuando pierde su soporte físico, del que se sirve para existir conscientemente? Quienes argumentan que nadie les pidió permiso para nacer dicen que al menos les dejen la libertad de decidir cómo o cuándo morir. Se aprecia un cambio en las prácticas sanitarias en favor del enfermo. Que este no tenga que pasar por un innecesario calvario es practicar la misericordia (si se es religioso) y la defensa de los derechos de la persona. Las prácticas de prolongación artificial, ¡ojo, artificial!, de la vida no se corresponden con ningún mandamiento religioso y menos con ley natural alguna.

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