Desayuno con tunantes

    01 feb 2020 / 12:15 H.
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    No desaproveches ni una gota. Vuelca la alcuza con cuidado y riega con finos trazos la tostada como si estuvieras firmando cheques. Apunta bien, evita rociar vanas superficies y pasa ligero por donde más molla tenga la rebanada. Mide con prudencia chorro y distancia, nunca oses llegar a los bordes del pan, ni lo empapes en demasía. Moja ensaladas, cocimientos, frituras, peces, dulces y bocadillos. Y si te pringas porque rebosa, ya sabes: antes se chupa uno los dedos, que dejarlo caer al suelo. En tierras de olivares se tiene por obligación quitar las hierbas, hacer los ruedos, nutrir la tierra, espantar a los bichos, pedir a las nubes, regar por goteo, y siempre que el invierno lo permita, recoger la cosecha y llevarla a la prensa del molino. De la fruta exprimida hasta su esencia manan apenas unas gotas de lo que hace ocho mil años fue bautizado como único nombre del aceite, y que a día de hoy llaman también el oro líquido. Con infinita menos demanda que ese preciado metal y con mucho más desprecio de lo que cuesta una aceituna, no desperdician una gota de mala leche para jodernos donde siempre.

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