Demagogia y demagogos

05 mar 2025 / 08:55 H.
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El Día de Andalucía. Momento para reafirmar nuestra singularidad e identidad. Fiesta vaciada de su sentido como acto y diversión para el regocijo público, y participación de la ciudadanía. De un acto de reivindicación, movilización política en sus orígenes, a acto enlatado en interior para reconocer la valía a personas con aforo limitado, donde la ciudadanía solo accede por los medios de comunicación. Como si se tratarse de un espectáculo que capta audiencia con actitud dócil; porque el objetivo actual es desmovilizar y desmotivar políticamente. Y, cómo no, para emitir el discurso político tratando de mostrar que la identidad se consigue por el enfrentamiento con un agente externo que nos limita, en lugar de comenzar por la autocrítica. Madrid: desahucia de su casa a una mujer de 94 años al no poder pagar el alquiler 200 euros más alto que su pensión. Barcelona: intentan desahuciar a una mujer de 78 años de la casa en que ha vivido desde hace cincuenta y ocho años por una deuda de 88 euros. Andalucía: el Cádiz CF compra la casa en la María de 88 años, en la que vive desde hace cincuenta años para que no la desahucien. Igual no somos iguales. ¿Por qué nuestros políticos y gestores son iguales al resto? Lo que se les pide es tener la retórica, saber construir un discurso claro, necesario para poder hacer accesible la complejidad de la realidad. No deformarla. Es lo propio del demagogo, usar la retórica como técnica de persuasión para conquistar audiencias mediante arengas llenas de exageraciones con un argumento simplista y erróneo, reinterpretando cualquier detalle de la información, hasta la caricatura. Retorcerla hasta la interpretación falsa. Creen que usar parte de la verdad —verdades a medias— o aquella parte que defiende sus intereses, es la verdad desarmada hasta dejar de ser parte de lo era la realidad objetiva. Todo se justifica en la necesidad de influir en las emociones, porque estas igualan a todas las personas que lo oyen acríticamente. La parte no es el todo. El diccionario Oxford define como Posverdad “aquella circunstancia en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales”. No vale lo objetivo, sino la seducción a través de lo que ellos creen. Lo que se consideran. Alimento narcisista del demagogo que se cree con poder de influir en las demás orientado por su sentido común. Confunden sesgo de información, emoción y transparencia con verdad. Esto los convierte en populistas que se creen un líder natural, asumiendo que la ciudadanía son ellos. Usan la humillación como técnica de sumisión y sometimiento cognitivo. La demagogia es diversa. Demagogia didáctica, del couching, de la felicidad, de la gestión de las instituciones, incluida la universidad. Hay que ver más allá de las emociones. No creemos inteligentes y críticos y solo somos espectadores de la sociedad del espectáculo a la espera de que alguien reaccione frente al demagogo. Es el “efecto del espectador”. Inhibe el deseo de cambio por las expectativa sobre los demás y el ajuste de las nuestras para ser aceptado por el grupo. Guy Debord definió este contexto de forma clara: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes”. Sigan abonados, el final igual no lo imaginan.



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