Defensa del hogar

09 ago 2022 / 16:00 H.
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Es necesario tener un hogar, un sitio de referencia, un lugar del que partir y al que regresar. En nuestra naturaleza humana está el desear tener un espacio para el descanso y en el que poder desarrollar nuestras actividades. El poseer un cobijo agradable y seguro es una de las primeras aspiraciones de los seres humanos desde tiempos inmemoriales, y en dos de las obras que instauraron eso que llamamos literatura, “La Iliada” y “La Odisea”, atribuidas ambas a Homero, existe desde mi punto de vista, junto a otros muchos temas de gran relevancia, una cierta visión sobre la naturaleza del hogar, como ámbito de seguridad perturbado por una amenaza destructora (“La Iliada); y como espacio perdido al que se desea infructuosamente retornar para recobrar el equilibrio extraviado (“La Odisea”). Son historias que reflejan visiones diferentes del hogar, como espacio violentado y como refugio anhelado. Se trata de dos piezas fundamentales que están en la base de nuestra civilización occidental, dos sólidos pilares que sustentan muros principales de la estructura de nuestro edificio cultural (ese tan confortable y tan necesario que nos sirve también de cobijo contra la ignorancia y el hastío).

“La Iliada” es una historia de enfrentamiento armado, una obra épica en la que existe un hogar próspero, Troya, que repentinamente va a resultar asediado y conquistado por extraños. El hogar de los troyanos resultará destruido, no mediante la fuerza militar y las estrategias bélicas, sino a través de una estratagema del ingenioso Ulises que permitirá, a los sitiadores, franquear subrepticiamente los sólidos muros de Troya. Y después de arrasar la ciudad y de masacrar a sus habitantes, los griegos vencedores sufrirán graves complicaciones al volver a sus hogares. Pero será Ulises, el principal causante de la ruina de Troya, el que mayores dificultades experimentará en su ansiado retorno al hogar. “La Odisea” es por tanto, el inventario de las múltiples calamidades a las que se verán abocados los aqueos comandados por Ulises en su deseo de retornar a la dulce Ítaca. Es como si el destino se ensañará con los que destruyeron la paz doméstica de Troya, complicando enormemente la vuelta de los guerreros griegos a su propio refugio.

Arde Troya y las llamas alejan cada vez más a Ulises de su añorada Itaca. Y ocurre, a menudo, que los combatientes de conflictos bélicos sufren, tras las hostilidades, daños emocionales y trastornos anímicos que prolongan su incapacidad de volver a disfrutar de la paz del hogar. También se podría hacer una lectura de “La Odisea” como destino errante del que ha sido parte activa de una masacre y se ve sumido, como consecuencia de ello, en un camino desorientado, en una pérdida de la brújula vital y se convierte en naufrago emocional que ha perdido el mapa de su equilibrio doméstico.

Lamentablemente, en la actualidad, hay numerosas murallas asediadas en nuestro entorno europeo y en otros ámbitos geográficos, y a pesar de que dichos conflictos hayan perdido el foco de atención prioritaria por parte de los que deciden los contenidos de la actualidad informativa, nuevas Troyas están siendo arrasadas, estos días, y muchas miles de personas sufren el castigo de un destino errante (en lo material y en lo anímico) similar al que padecieron Ulises y los suyos.

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