De zorros y gallinas

    15 nov 2025 / 08:34 H.
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    Cuando uno pone zorros a guardar gallinas, la libertad de los zorros casi siempre significa la muerte de las gallinas. Y esto es precisamente lo que está sucediendo con tanta claridad, transparencia y descaro que da terror y casi paraliza. No sé si es por miedo, por conformismo, ignorancia o impotencia, pero la mayoría de las personas, hasta las más concienciadas, creen que ya nada se puede hacer ante el inmenso poder acumulado en nuestro tiempo por unos pocos. La esperanza se ha convertido no en una estrategia psicológica para superar la tristeza, la impotencia o la desilusión, sino en la virtud de quienes quieren estar informados y no disfrutan sintiéndose engañados por esos pocos.

    La principal meta de esos pocos zorros que quieren acumular el máximo de riqueza y con ella manejar el poder con total libertad y a su antojo es impedir que quien pierde ese poder se dé cuenta de lo que está sucediendo. Por eso la única forma de hacer contrapeso, de aislar y poner freno a los zorros es con información certera, con la denuncia, con la difusión de la verdad y los hechos que la avalan y, sobre todo, con alternativas que sean reales y tangibles para la gran mayoría de la población. Esa es la manera que permite que las gallinas puedan vivir y que puedan hacerlo con calidad de vida, bienestar y libertad.

    El enorme crecimiento de la extrema derecha no es algo que haya surgido de un día para otro, sino que es un fenómeno mundial y estructural imposible de detener con la oposición de los partidos que se están enfrentando a este fenómeno. Los personajes como Trump, Putin, Orban, Netanyahu y tantos otros, a los que se les están uniendo personajes aparentemente más moderados como Feijóo en nuestro país o como Mertz en Alemania, no son, como puede parecer, gente caprichosa o desquiciada que va a su aire y por libre haciendo burradas y diciendo barbaridades con su repertorio de ideas reaccionarias. Estos políticos son una herramienta que se usa para llevar a cabo un verdadero proceso de desmantelamiento del mundo y la civilización que hemos conocido hasta ahora porque se les ha escapado de las manos a quienes más se han enriquecido en ella. De ahí los Milei, los Trump o en España los Mazón, Moreno Bonilla o Ayuso que hacen exactamente los mismo al destruir el bienestar común y al despreciar las vidas de las personas.

    Los zorros están enfermos de éxito, han acumulado tanto dinero y poder que su libertad es incompatible con la de las gallinas. Y no disimulan, y expresan sin tapujos que van a limitar y acabar con la democracia liberal que les hizo extremadamente ricos, van a vaciar por completo el poder de sus más o menos democráticas instituciones de representación y decisión. Y reivindican mantener sus privilegios, aunque tengan que acabar con cualquier contrapeso democrático o con cualquier resistencia. La mayor concentración de riqueza de la historia de la humanidad ha hecho que una minoría de zorros pueda hacer lo que quiera, pueda decidir lo que quiera y pueda comprar lo que quiera. Han llegado a tal punto que han destruido su propio sistema y no solo se han comido a las gallinas, sino que han destruido al propio gallinero que los alimentaba a ellos y a las gallinas. Han destruido el capitalismo productivo y la naturaleza que les permite respirar, comer o beber, a ellos como al resto de la población mundial. Eso de obtener beneficio apropiándose de los frutos del trabajo ajeno en un centro de trabajo durante un horario laboral y luego dejar que el resto del tiempo pudiéramos consumir ha pasado a la historia, es algo desfasado. Ahora también ganan dinero cuando hablamos, cuando nos divertimos, cuando amamos, cuando dormimos, cuando pensamos. Nos extraen riqueza con todo lo que hacemos y somos. Y esta forma de enriquecerse solo puede continuar si los zorros se hacen amos completos del gallinero y son los únicos con total libertad mientras todos los demás, los que somos gallinas, nos limitamos a ser siervos sin capacidad ni poder alguno de decisión. Igualmente pasa con las empresas, siervas también del nuevo poder feudal.

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