De vidas revividas

21 jun 2024 / 09:04 H.
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Hace unos sesenta años, o sea, en los años sesenta, Antonio Arroyo Serrano salió de la “Venta Foro”, una cortijada cerca del embalse de El Tranco, adentrada en la Sierra de Las Villas, dirección Villanueva del Arzobispo, desde donde se podía —y se puede— ver al fondo y bajo los cerros que lo envuelven, el inmenso muro de la presa y parte de la central eléctrica. “Yo siempre anduve con el deseo de escalar todas las cumbres que nos rodeaban con el afán de saber qué había detrás del siguiente cerro”, dice el autor del libro “Vidas y costumbres borradas”, que acaba de salir de una imprenta cordobesa. Porque es en Córdoba donde Antonio tiene fijada residencia tras jubilarse como periodista y director de Onda Cero Radio, aunque sin dejar de lado la de su patria chica originaria.

Antonio para poder estudiar, que era lo que su padre y él querían, fue a buscarse la vida en otros parajes compatibilizando los estudios con el trabajo. Y antes de asentarse en Córdoba pasó por Barcelona, Murcia, Ceuta —donde encontró o fue encontrado por Lici, su leal “parienta”— Úbeda o León. Pero de corazón y de cabeza seguía ligado profundamente con su tierra: “Este territorio del que he estado alejado pero nunca me he marchado”.

Paradójicamente, lo que uno percibe tras leer “Vidas y costumbres borradas” es precisamente lo contrario, o sea, un revivir de vidas vividas recuperando así el sentido de las costumbres olvidadas. Algo así como renacer en el tiempo para recibir de nuevo la savia de nuestras propias raíces. No estamos ante una guía geográfica o histórica, que también, sino ante un acercamiento al factor humano de una comarca, centrado especialmente en los alrededores del embalse de El Tranco, que a lo largo de los siglos fue generando su propia y singular forma de sobrevivir en un territorio tan alejado de la llamada “civilización” y tan olvidado —y a veces tan castigado— por los poderes públicos. Será por eso que la ternura con la que el autor cuenta cada historia de cada rincón, de cada oficio, de cada familia, de cada poblado, de cada personaje, se torna por momentos en indignación cuando sin complejo alguno, denuncia las injusticia y el expolio al que la población serrana, a lo largo de los siglos, se ha visto condenada. “Me sangra el alma” llega a decir, denunciando el desconocimiento y la incomprensión desde el centralismo gobernante en cada momento. Una obra documentada con datos, imágenes y diccionario, pero a la vez entretenida, en la que no faltan anécdotas y curiosidades con elementos de ingenio propio y fino sentido del humor. Una llamada a la conservación y a la defensa de la cultura rural y local. Un canto contra la deshumanización galopante de nuestra sociedad y un recordatorio de que el respeto, el esfuerzo y la honradez fueron los valores principales en los que siempre se sostuvo la vida en la sierra. Antonio estudiaba a la luz de un candil a pocos metros de los cables de alta tensión que pasaban por encima de su tejado y que por el monte se perdían cargados de riqueza en forma de energía. Él también traspasó, como quería, aquellos cerros que le tapaban el horizonte en su infancia. Y con su propia vida lejos del pantano podría haberse olvidado de muchas cosas. Pero al revés. Su tiempo fuera, más allá del olvido, le ha dado la mejor de las perspectivas para recuperar aquellas vidas vividas.




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